Durante la década de 1840, hubo un crecimiento en la actividad periodística de Chile, la que se caracterizó por tener una "naturaleza fundamentalmente política". Gran parte de los medios funcionaban como panfletos políticos, solían aparecer en época de elecciones y "muy pocos tenían la pretensión de transmitir noticias y de discutir sus temas de interés con objetividad" (Jaksić, Iván. "Sarmiento y la prensa chilena del siglo XIX". Historia. Volumen 26, 1991-1992, p. 121-122).

En este contexto, apareció El Progreso el 10 de noviembre de 1842, propiedad de la familia Vial Formas, "que lo había fundado con el designio de hacer ambiente a la obra política de don Manuel Camilo Vial, quien afilaba sus armas para optar a la Presidencia de la República cuando terminara el periodo quinquenal" de Manuel Bulnes (1799-1866) (Silva Castro, Raúl. "'El Progreso', primer diario de Santiago". Prensa y Periodismo en Chile (1812-1956). [Santiago]: Ediciones de la Universidad de Chile, 1958, p. 178).

Su primer redactor editorial fue Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888). Durante este periodo, el intelectual argentino tuvo una participación relevante en el desarrollo de diferentes iniciativas del ámbito cultural y educativo de Chile, como director de la primera Escuela Normal, redactando textos de enseñanza como su Método gradual para enseñar a leer en castellano y proponiendo una reforma ortográfica.

En el espacio de la prensa, también fue un actor activo en diferentes debates educativos, estéticos y políticos. Entre los distintos medios periódicos en los que participó durante su estadía en el país, El Progreso fue la publicación que lideró por mayor tiempo. Así, asuntos como el problema de la educación, en específico la relevancia de expandir la instrucción inicial, marcaron la influencia de Sarmiento en la línea editorial del periódico.

De ideas de avanzada en el ámbito de la educación y la cultura, en la política Sarmiento apoyaba a Bulnes y a Manuel Montt (1809-1880), asunto que se le criticaba: "Se le reprocha sobre todo que apoye a los conservadores contra los liberales: aunque argumenta que estos favorecen la anarquía, él está por el orden, sostiene que el 'socialismo', tal como aparece en su maestro Alexis de Tocqueville, está garantizado por hombres como Bulnes y Montt y no por los díscolos opositores, émulos de los caudillos argentinos que tanto detesta. Es curiosa esa opción y sus fundamentos; en todo caso, convive con la idea de libertad, convivencia que reaparece en los más diversos niveles: soñador y autoritario, innovador y ordenado, apasionado y contenido" (Jitrik, Noé. "Para una lectura de 'Facundo' de Domingo F. Sarmiento". Ensayos y estudios de literatura argentina. Buenos Aires: Galerna, 1970).

En su "Prospecto", El Progreso señaló que su aparición buscaba "elevar" a la ciudad de Santiago, en tanto capital de Chile, "al rango que le corresponde por la civilización y cultura de sus habitantes, por la industria que en ella se desenvuelve, por la influencia que sobre toda la nación ejerce" (El Progreso. Número 1, 12 de noviembre de 1842, p. 1).

Más allá de este gesto civilizador que el diario se atribuía, en sus primeros números hizo una campaña para hacerse de suscriptores, por lo que en sus columnas aludió a la calidad y variedad de su contenido, con énfasis en la sección del folletín. Este apartado se mantuvo durante los casi once años de existencia de El Progreso y fue un modelo para otros medios periódicos de la época respecto a la variedad de textos que aparecieron y a la publicación de novelas por entregas. En relación con la literatura, en la que predominaban estéticas vinculadas al romanticismo, se publicó también poesía e "imitaciones", como las realizadas por Andrés Bello (1781-1865) a la obra de Victor Hugo.

En esta sección, Sarmiento inició la publicación por entregas de "Facundo" a inicios de 1845, escrito que abordó la vida de Juan Facundo Quiroga (1788-1835) a la vez que presentó una radiografía de la historia reciente de Argentina y una crítica al gobierno de Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Posteriormente, el texto apareció como libro en el mismo año, pero con algunas diferencias respecto al folletín.

Durante el tiempo que Sarmiento fue redactor editorial de El Progreso, el diario participó de varias polémicas con otros medios como El Mercurio de Valparaíso (1827-), El Demócrata y El Semanario de Santiago (1842-1843). Con esta última publicación, mantuvo un debate que se extendió durante varios números, sobre el proyecto de ocupación de las tierras entre el Maule y Valdivia, con el fin de explotar los recursos naturales y construir caminos y canales.

En cuanto a los redactores de El Progreso, por sus páginas pasaron varios intelectuales del siglo XIX. Sarmiento tuvo el cargo en dos periodos del medio; desde su aparición hasta mayo de 1843 y desde marzo de 1844 hasta octubre de 1845. En el lapso que el pensador argentino se ausentó, el cargo de editor lo ocupó Rafael Vial, uno de los hermanos Vial Formas. Con posterioridad a la salida de Sarmiento, la redacción estuvo a cargo de Juan Nepomuceno Espejo (1821-1876) y, posteriormente, del argentino Bartolomé Mitre (1821-1906).

Durante la redacción de Mitre, El Progreso tuvo un cambio en su orientación política, desde el apoyo al gobierno de Manuel Bulnes a la abierta oposición. Esta transformación se relacionó con la destitución de Manuel Camilo Vial del gabinete de Bulnes en junio de 1849, quien había ocupado el puesto de ministro del Interior durante su segundo gobierno. A partir de esta fecha y de forma paulatina, El Progreso se fue distanciando de los gobiernos conservadores y ya en 1850 se integró al sector político de oposición encabezado por la Sociedad de la Igualdad (1850-1851), que veía en Manuel Montt la intensificación del autoritarismo.

Este posicionamiento le costó la pérdida de la subvención estatal que recibía desde sus comienzos y la suspensión de sus publicaciones en septiembre de 1851. Solo a fines de 1852 El Progreso volvió a aparecer, a cargo de José Antonio Torres (1828-1864), quien durante este periodo era partidario del gobierno de Bulnes. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Torres por mantener el medio, el diario publicó su última edición el 12 de marzo de 1853, debido a la "escasez de subscriptores y por carencia de dinero para sustentarlo" (Amunátegui, Miguel Luis. Ensayos biográficos. Tomo IV. Santiago: Imprenta Nacional, 1896, p. 218).