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La Firme (1971-1973)

El uso de la historieta con fines educativos y de propaganda se acentuó durante el periodo de la Unidad Popular, sobre todo, a partir de la creación de la Empresa Editora Nacional Quimantú, a comienzos de 1971. La Firme fue una publicación surgida al alero de esta iniciativa estatal, que alcanzó los 61 números, entre abril de 1971 y mayo de 1973, con periodicidad mensual. Concebida como una "revista de información popular", fue impulsada por Alberto Vivanco, quien luego del cierre de la revista de historietas La Chiva (1968-1970) -antecedente de La Firme-, se propuso generar una propuesta destinada a informar y concientizar a la población sobre temas de interés común. Cabe mencionar que antes de iniciar su derrotero en Quimantú, La Firme publicó un par de números con el apoyo de la Conserjería de Difusión de la Presidencia de la República.

La revista obedeció a una propuesta de vocación reivindicativa que surgió dentro la División Periodística de la editorial, a cargo de Vivanco, que más adelante pasó a ser parte de la División de Publicaciones Infantiles y Educativas, área dirigida por Patricio García. Además del propósito de informar, La Firme evidenció un claro interés ideológico sobre la base de un proyecto estatal de orientación socialista que intentó acercar temas cotidianos o de cierta complejidad, como el alcoholismo o la burocracia estatal, a un público lector poco acostumbrado al acceso a la lectura en formato impreso.

El equipo de dibujantes y guionistas estuvo integrado por Alberto Vivanco, quien no usaba alias, Jorge Vivanco (Pepe Huinca) y Hernán Vidal (Hervi). A ellos se agregaron otros colaboradores como Guillermo Durán (Guidú), Luis Jiménez (Aníbal) y Eduardo de la Barra, quien firmaba como Jecho en la revista Punto Final. Como Secretaria Ejecutiva operó Hilda López y en la elaboración de los textos trabajaron Marta Harnecker (1937-2019) y Gabriela Uribe, además de la documentación que proporcionaba Gabriela Videla.

La publicación, diseñada en formato vertical de 18 por 26 cm., inicialmente se imprimió a 2 colores y, en ocasiones, solo en tinta negra en las páginas interiores. El segundo color podía ser rojo, azul, verde, amarillo u otro. A partir del número 14 -un especial monográfico sobre la historia de Cuba-, se comenzaron a utilizar 4 tintas en las portadas y contraportadas, como también en los folletos especiales corcheteados que se incluyeron en el interior de algunos números de la revista, en formato vertical y horizontal. Este último, que se aplicó a otras colecciones como Nosotros los chilenos, provenía de tiempos de La Chiva, producto de la influencia del formato horizontal de la revista argentina Mafalda, creación de Joaquín Salvador Lavado Tejón (Quino) (1932-2020). En algunas ocasiones, también en las páginas centrales, se incluía un afiche o dibujo a doble página que destacaba con fuerza el tema central del número publicado que habitualmente contaba con 32 páginas.

A partir de este soporte funcional y económico, La Firme promovió una figura de cuadernos de educación popular que usaba un lenguaje directo por medio de la creación de personajes y también de ambientes cotidianos reconocibles. No se trataba de figuras o arquetipos aislados, sino de actores que participaban de un proyecto revolucionario de gobierno que ponía énfasis en la cultura y la educación como herramientas de desarrollo y toma de conciencia. Ejemplo de ello fue SuperCauro, un niño pequeño al borde de la desnutrición que, más allá del uso de la fuerza, lograba doblegar a sus enemigos (analfabetismo, empresariado, mercado negro, etc.) por medio del uso de argumentos concretos o haciendo un llamado a la organización popular colectiva.

Entre los números editados que delinearon el proyecto La Firme, los temas vinculados a las acciones del gobierno de Salvador Allende Gossens (1908-1973) transitaron por diversos asuntos. Desde la Reforma Agraria, que fue el tema del primer número publicado por Quimantú, hasta una diversidad de temas que abarcaron problemáticas como el analfabetismo, los monopolios o los estancos.

La publicación, que fue una de las principales herramientas de difusión del gobierno en los sectores populares, se repartía en centros de madres, juntas de vecinos, sindicatos e, incluso, instituciones fiscales que permitían llegar a grupos de campesinos (caso de la colaboración con el Departamento de Comunicaciones de la Corporación de Reforma Agraria, CORA). Por ello, la distribución de la revista respondió a dos estrategias concretas para llegar a un público masivo, como parte de la misión de la editorial. Por un lado, la organización vinculada a la temática a desarrollar en el número de la publicación se comprometía a adquirir una cierta cantidad de ejemplares para distribuirlos gratuitamente, principalmente, entre los grupos de trabajadores interesados. Por el otro, los ejemplares impresos salían directamente a venta en quioscos mediante la distribución tradicional de la empresa editora.