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Romeo y Julieta (1987)

Hemos contado con el apoyo de la gente del barrio; sin esas personas, Romeo y Julieta no habría sido posible. Además, se ha incorporado al público a nuestra forma de hacer teatro. Ellos son espectadores al más puro estilo del teatro renacentista. El teatro de la época era muy participativo, la gente no solo observaba, sino que podía expresar sus opiniones, conversar e, incluso, actuar

(Cuevas, Juan, citado en Muñoz, Juan Antonio. "Jóvenes actores para drama de jóvenes". El Mercurio, suplemento Wikén, 13 de marzo de 1987, p. 6)

Con motivo de los 400 años del nacimiento de William Shakespeare (1564-1616), en el año 1964, el Teatro de la Universidad de Chile encargó al poeta Pablo Neruda (1904-1973) la traducción del clásico Romeo y Julieta, obra que se montó por primera vez ese mismo año bajo la dirección de Eugenio Guzmán (1925-1988). Posteriormente, en el año 1978, esta obra fue puesta en escena por la compañía Teatro Itinerante, dirigida por Fernando González (1939). El 13 de marzo de 1987, la Compañía Escuela Teatro Q estrenó su propia adaptación callejera del texto traducido por Neruda. Este montaje se llevó a cabo en las afueras del Teatro Huemul, ubicado en la calle Bío Bío 1367, en el barrio Franklin.

Las innovaciones del montaje del Teatro Q fueron reconocidas por la prensa del tiempo, especialmente, la participación de la comunidad en la puesta en escena y el uso de la fachada del "antiguo teatro Salón de Conferencias (…). La bella arquitectura del edificio aporta el clásico balcón y sirve de iglesia, cripta y palacio de los Capuletos. El jardín es el salón de bailes" (Muñoz, Juan Antonio. "Jóvenes actores para drama de jóvenes". El Mercurio, suplemento Wikén, 13 de marzo de 1987, p. 6).

En este sentido, para Eduardo Guerrero el montaje de Romeo y Julieta era la expresión de un trabajo estético, político y social que, a partir del "texto de Shakespeare-Neruda", permitió que "unos jóvenes actores hablen de amor, hablen de rivalidad de dos familias veronesas (Montescos y Capuletos), hablen de sus propias inquietudes juveniles -un hablar, en estos términos, es un hacer- y, fundamentalmente, condicionen este acercamiento de la obra a un espacio nuevo, un espacio casi inusual en la historia de nuestro teatro. Por esto mismo todos estos elementos conforman en esencia el planteamiento básico de este montaje: hacer de este espacio callejero, con todas sus dimensiones acotadas por el juego escénico, un lugar de encuentro de una 'cultura popular', un lugar donde la gente se sienta partícipe, directa e indirectamente, de las situaciones dramáticas planteadas" (Guerrero, Eduardo. "Romeo y Julieta". El Mercurio, 28 de marzo de 1987).