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Educación e instrucción de la mujer (1854)

Lea una mujer y lea todo lo que pueda, que eso es lo que viene a formarla su principal mérito

(Torres, José Antonio. Educación e instrucción de la mujer, p. 57)

José Antonio Torres no solo se desarrolló como poeta y redactor de publicaciones periódicas, también escribió textos de análisis social. Entre ellos, Educación e instrucción de la mujer (1854) es un título que presenta una perspectiva que se inscribe en el pensamiento liberal de la primera mitad del siglo XIX respecto de la formación de la mujer en el seno de la familia oligárquica.

El libro de Torres es un texto polémico que se opone de manera explícita a "la educación jesuítica" pues la considera "como la causa principal de las desgracias de las familias, como altamente mortificante y retrógrada, como condenada por las leyes de Dios y de los hombres" (Educación e instrucción de la mujer. Santiago de Chile. Imprenta Julio Belin y Ca., 1854, p. XII).

Entendida la familia como un núcleo social y, en este sentido, a la madre como un primer agente de educación, la instrucción de claustro que se les otorgaba a las mujeres de familia, por un lado, producía en ellas "la idea de la esclavitud" (p. IV) y, por otro, perpetuaba los valores coloniales que tanto Torres como las principales figuras de la intelectualidad liberal chilena combatieron. Las madres son "las que procuran" mantener a sus hijas "envueltas en el manto de la preocupación e ignorancia. (…) Tratan de formar a la hija como fueron formadas ellas, sin conocer que las exigencias de la sociedad aumentan por momentos, y que ya es necesario que adornen a la mujer todos los atractivos que le ha obsequiado la civilización" (p. V).

Según el discurso de Torres, la mujer, "criada bajo un régimen de prohibición" (p. IV), no podía desarrollarse como hija, esposa o madre -tres imágenes que el libro reconoce como constituyentes de la identidad de las mujeres de mediados del siglo XIX-, sin la necesaria formación intelectual que el pensamiento liberal exigía: "Nada valen los hermosos ojos si no saben mirar, nada valen los labios rosados si no saben verter palabras que signifiquen pensamientos, nada valen la cintura flexible y las voluptuosas formas, si no hay estudio para manejarse con dignidad; nada vale, en fin, ser mujer, si no se sabe ser hija, esposa ni madre" (p. XI).

Haciendo énfasis en la importancia de la cultura como instrumento esencial en la educación de la mujer, Torres defendió la lectura de novelas, la visita a los teatros y las tertulias en los salones literarios, porque allí la mujer "conoce por la práctica a la sociedad y es advertida de mil incidentes que puede evitar o aprovechar en su carrera" (p. 58).

Asimismo, en su rol de madre, la mujer ilustrada debía ofrecer lecturas fecundas para el desarrollo de sus hijos y, sobre todo en su educación religiosa, acompañarlas de una reflexión respecto a sus contenidos.

La educación de la mujer, para Torres, era crucial pues debía repercutir, a partir de la adecuada instrucción de los hijos, en la formación de sujetos más preparados para sumarse al proyecto republicano de nación.