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La crisis dramática en la primera etapa del periodo militar

Súbitamente, el 11 de septiembre de 1973, y en cierto sentido, Chile volvió al oscurantismo inquisitorial en que se encontraba durante el siglo XVIII. La dictadura proscribió el libre pensamiento; vigiló agresivamente la circulación de contenidos culturales; controló cualquier tipo de publicación (los bandos militares reemplazaron la deliberación de los consejos editoriales); persiguió los libros de Quimantú y todos aquellos de contenidos a su juicio "inconvenientes", y destruyó enormes cantidades de ellos; eliminó sus redes de distribución; puso a un general al frente de la editorial estatal y cooptó las colecciones para publicar sus propios libros de propaganda.

Ante el violento estrechamiento del campo cultural, gran parte de la intelectualidad del país salió al exilio. De esta manera, el mundo orgánico del libro en Chile quedó desprovisto de una parte muy importante de sus nutrientes naturales, sumido en un entorno muy hostil, y los oficios relativos llegaron a volverse peligrosos. Muchas librerías cerraron, al menos 40, entre Valparaíso y Santiago, y sus dueños se dedicaron a otra cosa. La censura previa se levantó en el año 1983, pero la situación se había prolongado lo suficiente como para llevar a otras editoriales, como Del Pacífico y Nascimento, a dificultades extremas.

No obstante, el exilio favoreció las carreras literarias de algunos escritores, entre ellos Antonio Skármeta e Isabel Allende, quienes publicaron con prestigiosas editoriales en el extranjero y de esa manera alcanzaron notoriedad internacional.