Subir

Su renacimiento a finales los años ochenta

La orientación que el gobierno militar le dio al país hacia una economía de libre mercado, estableció las condiciones para que se diluyera la antigua concepción que se tenía del libro como vehículo de conocimiento, el cual al perder esa plusvalía, se transformó en un producto más dentro de la industria del entretenimiento propia de la cultura de masas. Tal como ocurrió en los años cincuenta, pero ahora dentro de una sociedad chilena seducida por la televisión y con una fuerte vocación de consumo, el libro circuló en enormes cantidades, principalmente como subproducto promocional del negocio de las revistas.

En este contexto, durante la década de los ochenta se perfilaron los actores e ideologías del mundo del libro tal como funciona hasta el presente: por una parte, ante la proximidad del retorno de la democracia, nacieron algunas editoriales independientes; por otra, se asentaron los primeros conglomerados económicos multinacionales, lo que se puede llamar la corriente central de la industria, representada por nombres como Planeta, Santillana, Hachette y Zeta.

Fue el sello Planeta el que primero consiguió un salto cuantitativo de ventas a comienzos de los años noventa. Las tres novelas que jalonaron las ventas fueron Mala onda, de Alberto Fuguet; Nosotras que nos queremos tanto, de Marcela Serrano, y La ciudad anterior, de Gonzalo Contreras. A estos escritores se sumaron otros que conformaron lo que se llamó la "nueva narrativa chilena", también promovida por Planeta: Sergio Gómez, Marco Antonio de la Parra, Jaime Collyer, Roberto Ampuero, Carlos Franz, Ana María del Río y Arturo Fontaine Talavera. Si bien las publicaciones posteriores no tuvieron las ventas de los primeros libros, estos autores siguieron publicando de manera más autónoma y esporádica. Después de la "nueva narrativa" hay dos autores que se mantienen como fenómenos editoriales con sellos transnacionales. Ellos son Pedro Lemebel y Marcela Serrano. Además están los casos excepcionales de Hernán Rivera Letelier, un minero que incursionó en la literatura y con su primera novela, La Reina Isabel cantaba rancheras, logró más de 16 reimpresiones; y Roberto Bolaño, quien en vida tuvo pocos lectores en su país, pero tras su muerte sus obras se convirtieron en un verdadero boom editorial.