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Auge y crisis de la industria del salitre

La industria del salitre tuvo su mayor crecimiento y apogeo durante la administración chilena, llegando incluso a niveles históricos de producción y consumo. Anteriormente, bajo administración peruana, la industria creció de manera importante, sin embargo en 1873 su crecimiento se estancó, debido a una crisis internacional que disminuyó el consumo del salitre en los mercados europeos. A pesar de que se pudo recuperar lentamente, para finales de la década el estallido de la Guerra del Pacífico paralizó la mayoría de las faenas.

Retornada la paz entre los países beligerantes y con la anexión chilena de los territorios de Tarapacá y Antofagasta, el salitre comenzó un nuevo proceso de crecimiento que, con algunos vaivenes, se mantuvo constante hasta 1919. De hecho, los índices de exportación, entregados por el Ministerio de Hacienda en 1925, demostraron que existió un constante incremento entre 1883 y 1914, aunque con algunas caídas menores.

Uno de los elementos que facilitaron este crecimiento fue la apertura económica de Chile y el gravamen a la exportación que puso el Estado para hacer llegar recursos a las arcas fiscales. Además, permitió a los industriales producir sin mayores requerimientos. Aníbal Pinto Santa Cruz, economista chileno, denominó esta estrategia como el impulso de crecimiento "hacia afuera", que favoreció la inversión extranjera y la importación de bienes manufacturados teniendo al salitre como piedra angular del sistema. Esta política económica dejó al país susceptible a las crisis económicas internacionales y, según Pinto, provocó un retraso en el desarrollo nacional, a pesar de que gran parte de lo recaudado gracias a los impuestos al salitre se utilizaron en obras públicas (Chile, un caso de desarrollo frustrado, Santiago: Universitaria, 1959).

En 1914, la industria entró en un proceso de incertidumbre debido a una fuerte competencia con los fertilizantes artificiales. Además, el estallido de la Primera Guerra Mundial provocó el cierre de los principales mercados agrícolas del salitre chileno: Gran Bretaña, Francia y Alemania. Esto produjo una baja en la exportación, pasando de 27 millones a 18 millones de quintales. Sin embargo, se abrió un nuevo mercado para el salitre: el de la producción bélica, específicamente para la producción de pólvora y municiones. Esto elevó nuevamente la exportación entre 1916 y 1918, llegando a 29 millones de quintales. Al terminar la guerra los países europeos no estaban en condiciones de consumir la sobreproducción chilena de manera que la exportación bajó a nueve millones de quintales y generó una de las mayores crisis de la industria. (Ministerio de Hacienda (sección salitre), Antecedentes sobre la industria salitrera, Santiago: Imprenta y Litografía Universo, 1925, p. 13). La década de 1920 abrió un nuevo ciclo de auge para el salitre ya que se incrementó la demanda de los campos europeos. Junto con esto, se sumó el consumo de Estados Unidos, país que se favoreció de la crisis europea y se convirtió en una nueva potencia económica.

A pesar de estos episodios de crisis, las regiones salitreras tuvieron una alta demanda de productos agrícolas, ganaderos y manufacturas -textiles, cerámicas, muebles, refacciones para la industria, carbón, madera, etcétera- tanto nacionales como internacionales. Esto, según los investigadores Carmen Cariola y Osvaldo Sunkel, produjo que la industria salitrera desarrollara importantes encadenamientos productivos a nivel nacional y fomentara el desarrollo nacional (Un siglo de historia económica de Chile, 1830 - 1930: dos ensayos y una bibliografía, Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1982). Finalmente, la siguiente gran crisis que sufrió la industria salitrera estalló en 1929 y obligó al Estado a tener un rol mucho más interventor.