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Tarapacá

Antes de la Guerra del Pacífico, la región de Tarapacá era el territorio peruano más meridional y alejado de Lima. En el transcurso del conflicto bélico fue escenario de diversas batallas y, luego de la firma del tratado de Ancón de 1883, se anexó a Chile, junto con Tacna y Antofagasta, y pasó a ser provincia.

Este territorio está conformado por tres grandes zonas geográficas. En primer lugar, la costa, donde se encuentran los puertos mayores de Iquique y Pisagua; el puerto menor de Mejillones del Norte, además de diversas caletas como Junín, Molle, Patillos y Caleta Buena. En segundo lugar, una gran planicie desértica denominada Pampa del Tamarugal, donde se desarrollaron diversas faenas mineras, entre ellas la industria del salitre. Finalmente, la precordillera y cordillera de los Andes, que funcionó como frontera natural con Perú y Bolivia. Desde la cordillera se extienden transversalmente las quebradas, siendo las principales la de Camarones -que además es el límite norte con la provincia de Arica- y la quebrada de Tarapacá que da nombre a este territorio. Su límite sur fue el río Loa, en donde comenzaba la antigua provincia Litoral de Bolivia, posteriormente Antofagasta (Bertrand, A., Departamento de Tarapacá. Aspecto jeneral del terreno, su clima y sus producciones, Santiago: Imprenta La República, 1879).

La población de la provincia de Tarapacá accedió al agua potable a través de la extracción desde napas subterráneas y de los ríos. Para la industria se utilizó el agua de mar llevada a las faenas productivas a través de cañerías que cruzaron desde la costa hacia las pampas (Billinghurst, G. La irrigación en Tarapacá, Santiago de Chile: Impr. y Libr. Ercilla, 1893).

Aunque en Tarapacá existieron otros minerales como la plata, extraída de los yacimientos de Huantajaya, Santa Rosa y Yabricoya, la principal riqueza de la región fue el nitrato de soda o salitre. Si bien este mineral fue exportado por primera vez en 1830 y el Estado peruano junto a sus socios empresariales usufructuaron de él durante gran parte del siglo XIX, se le reconoció en todo el mundo como "salitre de Chile", debido a que su comercialización y exportación se hizo desde el puerto de Valparaíso y, además, porque bajo dominio chileno alcanzó sus más altos índices de producción y venta.

Los territorios en que se encontró y explotó el salitre se denominaron cantones y estuvieron conectados con puertos y caletas de embarque a través de la construcción del Ferrocarril Salitrero y el Ferrocarril Longitudinal, que sirvieron tanto para trasladar el salitre como para movilizar a los trabajadores y los bienes importados a las oficinas salitreras. Estas fueron las unidades productivas donde los empresarios implementaron maquinarias y tecnologías para la explotación del nitrato, además de albergar los campamentos donde vivían los obreros y empleados. Los cantones más importantes fueron los de Zapiga, Sal de Obispo, Negreiros, La Noria, Huara y Lagunas; y entre las oficinas más productivas durante el ciclo salitrero se encontraron Alianza, Argentina, Iris, La Palma (posteriormente Humberstone), Rosario de Huara, Santa Lucía, Santa Laura y Vigo.

La industria salitrera fue de tal importancia en Tarapacá que, hacia la década de 1920, dicha provincia, y en especial el puerto de Iquique se convirtieron en un espacio de constante migración con la llegada de ciudadanos peruanos, bolivianos, ingleses, alemanes, españoles y croatas. Este flujo constante impactó directamente en la cantidad de población de la zona, pasando de tener alrededor de 54 mil habitantes en 1885 a superar 115 mil en 1920. Ante este aumento poblacional fue muy relevante la circulación y comercialización de bienes, los que se importaron de la zona central de Chile y de los países vecinos, así como de Europa, Norteamérica y Asia. Esta dinámica comercial permitió que el comercio fuera amplio y diverso para satisfacer las demandas de la zona.