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Obras de Juana Inés de la Cruz

En 1915, Luisa Anabalón publicó sus dos primeros poemarios, Lo que me dijo el silencio y Horas de sol (Prosas breves), bajo el seudónimo de Juana Inés de la Cruz, uno de los nombres con los que la autora se hizo conocida en el medio literario chileno. Si bien la crítica se ha centrado principalmente en la producción que la autora publicó como Winétt de Rokha, estos dos libros fueron comentados en la década de 1910 y releídos en estudios realizados durante las primeras décadas del siglo XXI.

Manuel Magallanes Moure (1878-1924) realizó una de las primeras menciones a estas obras de Luisa Anabalón en el prólogo a Horas de sol (Prosas breves). En este texto, el escritor valoró la publicación del libro a partir de la excepcionalidad de su autora en contraste con ciertos ideales femeninos entonces vigentes en la sociedad chilena, como aquel que identificaba a las mujeres como ángeles del hogar: "En tanto que nuestra juventud femenina, tiranizada por el atavismo y la educación, languidece bajo el frío y pesado ropaje de los ángeles, que según costumbre antañona va pasando de madres a hijas; (…) en tanto que nuestras jóvenes representan ante el mirar imperturbable de la vida la comedia de las virtudes aparentes, es decir, la comedia del cielo, una niña escapada del escenario a media luz, libre del disfraz angélico, que puede ser muy bonito y muy cándido, pero que al fin y al cabo es un disfraz, una niña toda ella, alza ante Dios sus brazos frágiles…" ("Prólogo". Horas de sol (Prosas breves). Santiago: Imprenta y Encuadernación New York, 1915, p. II-III).

Magallanes Moure elogió el trabajo de Juana Inés de la Cruz pero haciendo énfasis en sus características físicas y subjetivas. Tomando distancia de quienes la llamaban "literata", calificativo que asemejaba al de "marisabidilla" o "bas-bleu", "adjetivo peyorativo con el que se definía a las mujeres que tenían ambiciones intelectuales" (Marcillas, Isabel. "Literatura de viajes en clave femenina: los pre-textos de Aurora Bertrana y otras viajeras europeas". Revista de Filología Románica. Volumen 29, número 2, 2012, p. 219), para el autor, Juana Inés de la Cruz era una "artista", una "criatura encantadora".

Respecto a estos juicios, Adriana Valdés indicó: "Es precisamente la obra lo sobrante, el excedente, lo que molesta en el elogio que Magallanes Moure hace de la mujer. La obra, junto con ser pretexto para el prólogo, para la condescendencia y la galantería, es un exceso y una incomodidad" (Valdés, Adriana. "Para Winétt de Rokha: dos elogios de época". En De Rokha, Winétt. El valle pierde su atmósfera. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2008, p. 540).

En relación con acercamientos como el de Magallanes Moure, que supeditaban la escritura poética a imágenes sociales, en 1917, Juana Inés de la Cruz fue incluida en la antología Selva Lírica, dedicándole una página en la que apareció "una foto de estudio que realza su belleza, una breve reseña de su creación, dentro de la que se mencionan Horas de sol y Lo que me dijo el silencio, y tres breves poemas" (Zaldívar, María Inés. "Winétt de Rokha y la vanguardia literaria en Chile". Anales de la Literatura Chilena. Año 6, número 6, 2005, p. 208). Acerca de su poesía, se mencionó que "Juana Inés de la Cruz habla, a media voz, de un romance casi platónico, casi extraterreno. Su frase es titubeante; pero entraña el germen de un estilo nutrido de expresiones vagas, imprecisas, como la sensación que ella trata de producir de lo misterioso, de lo indefinible. Su literatura es aún reminiscente; pero ya se diseñan en ella muñones de alas propias". Aludiendo a la dicotomía entre hombres y mujeres que jerarquizaba el trabajo, en este caso, intelectual, los antologadores establecieron un contraste entre la producción de Gabriela Mistral (1889-1957), "ya consagrada", de "un estilo varonil", y la de Juana Inés de la Cruz, "incipiente aún", "intensamente femenina" (Araya, Juan Agustín y Molina Núñez, Julio. "Juana Inés de la Cruz". Selva Lírica. Santiago de Chile: Soc. Impr. y Litogr. Universo, 1917, p. 437).

Respecto a las influencias estéticas de estos libros, se ha mencionado que los poemas están "saturados de un juvenil romanticismo" (Salcedo, Julio. "Prolegómenos a una gran expresión de América". En De Rokha, Winétt. Suma y destino. Santiago: Multitud, 1951, p. LXX). En línea con esta idea, Ángeles Mateo del Pino ha señalado que Lo que me dijo el silencio "responde a los presupuestos románticos, aun cuando en este período el modernismo ya se había difundido" y, en términos más generales, se vivía un momento de "diversidad discursiva y temática" en la que convivían la "poesía social y popular", poéticas que reaccionaban al modernismo y propuestas más propiamente vinculadas a las vanguardias como el creacionismo de Vicente Huidobro (1893-1948) (Mateo del Pino, Ángeles. "El espejo de lo que YA NO ES. Luisa, Juana Inés, Ivette, Winétt, Federico, Marcel…". En De Rokha, Winétt. El valle pierde su atmósfera. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2008, p. 475-476).

Otro asunto que ha suscitado el interés de la crítica, sobre todo a comienzos del siglo XXI, es la elección del seudónimo Juana Inés de la Cruz. A pesar de que en Selva Lírica se indicó que esta firma "nada tiene que ver con el nombre de la sermoneadora sor y poetisa mexicana", para Mateo del Pino la elección de este nombre constituyó "una estrategia para escapar de la sujeción familiar y de los prejuicios sociales, pues al asumir esta máscara logra disfrazar la intensidad de sus sentimientos. La búsqueda de una nueva identidad a través del bautismo que le proporciona este nombre de la tradición literaria debe leerse también como una lucha por la libertad, la libertad de escribir y de publicar, la misma que persiguió la monja mexicana" (p. 473). También coincidió con esta idea Soledad Falabella, para quien la elección de este seudónimo, "inspirada en la gran Sor Juana Inés de la Cruz, ayuda a reafirmar la imagen de una mujer casta y privada (encerrada en un claustro). Es una fachada ideal para una mujer joven y soltera, que busca legitimar su discurso. Sin embargo, Sor Juana fue una gran rebelde de conciencia, y la Juana Inés chilena se inspira en la fuerza que demuestra la monja cuando defiende su derecho a estudiar y escribir. A la vez que reafirma el ideal femenino esencialista de la sociedad tradicional chilena, lo subvierte haciendo uso de una de las más famosas rebeldes de la historia de las mujeres" (Falabella, Soledad. "El pseudónimo como estrategia. Género, poder y legitimidad en Cantoral de Winétt de Rokha". En De Rokha, Winétt. El valle pierde su atmósfera. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio, 2008, p. 445-446).