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Uno de abajo (1920) de Armando Rojas Castro

Uno de abajo es un largometraje argumental estrenado el 25 de octubre de 1920 en el cine Alhambra de la ciudad de Santiago. Extraviada en la actualidad, esta película fue dirigida por Armando Rojas Castro (1896-1968), quien además escribió el guion original e interpretó a dos de sus personajes secundarios (un usurero y el jefe del protagonista).

Dos días antes de ser estrenada, la película tuvo una exhibición privada para prensa, algunas autoridades y personalidades del mundo social y cinematográfico chileno, el sábado 23 de octubre en el mismo cine Alhambra ("Uno de Abajo". Las Últimas Noticias. Santiago, 23 de octubre, 1920, p. 3). El lunes de su estreno, se realizaron dos exhibiciones y, "debido al éxito alcanzado y a la solicitud de numerosas familias que quedaron sin conocer la pieza por la escasez de plateas", el martes 26 de octubre se realizó una tercera exhibición pública ("Uno de abajo, de Armando Rojas Castro". La Nación. Santiago, 26 de octubre, 1920, p. 10).

Uno de abajo, único largometraje de ficción de Rojas Castro, quien posteriormente tuvo una larga trayectoria en el cine documental, fue recibido con entusiasmo y sorpresa por la prensa durante la década de 1920, la que destacó su factura tanto en relación con la inexperiencia de su director e intérpretes, quienes "jamás han visitado un laboratorio o studio. Es, por lo tanto, doble el triunfo de la cinta que nos ocupa" (Galano, Francisco. "Arte Nacional. Uno de abajo". Las Últimas Noticias, Santiago, martes 26 de octubre, 1920, p. 5) como por el contexto nacional de producción cinematográfica, en el que la realización de un largometraje de ficción, además de suponer recursos económicos considerables, era excepcional.

En la edición del 26 de octubre de 1920 del diario La Nación, se describieron las reacciones de curiosidad, aprobación y entusiasmo del público durante su estreno, haciendo énfasis en que estas se debían a "la factura, ese aspecto tan personal de la cinta que difiere enormemente de todas las piezas cinematográficas nacionales que se han manufacturado en el país. La confección y concepción del argumento parece más bien ser hecha por cualquier casa extranjera" (p. 10).

En este sentido, una de las pocas referencias específicas que se hicieron en la prensa del tiempo sobre los procedimientos técnicos de la película, dio cuenta de sus "efectos fotográficos, como contraluces, [que] abundan, como así también transposiciones, esfumaciones de las imágenes y engrandecimientos" (J. F. "Hoy presenta el Alhambra el film nacional Uno de Abajo". Las Últimas Noticias. Santiago, 25 de octubre, 1920, p. 5).

De lado de la celebración de su factura, la que se entendía como un paso en el desarrollo del cine chileno, se destacó también su argumento "altamente edificante y de actualidad". El guion de Uno de abajo cuenta la historia de una familia sometida por el alcoholismo del padre, Pedro García (interpretado por Tulio Amaro), a una serie de infortunios que ponían en riesgo la unidad familiar, su casa y el bienestar de su hija adolescente, Mariquita (interpretada por Nena Serrano): "Es la visión real y humana de la tragedia que viven a diario muchos hogares de nuestro pueblo. Es la historia de una víctima de la taberna que arrastra a los suyos al sacrificio, con la inconciencia que produce el alcohol. Esta es una de las sanas lecciones que proporciona la pieza" (J. F., p. 5).

En su elenco, participaron -además de Rojas Castro, Tulio Amaro y Nena Serrano- Carmen Ferrer en el papel de Elena Rivera, la madre, Edmundo Donar en el papel protagónico de Octavio García, Hugo Beltrán como el antagonista Goyo Correa, Carmen Serrano en el papel de Lola Ramírez y Gabriel Maturana en el rol del hijo menor de la familia García Rivera.

Por estas características del guion, para la mirada retrospectiva de Mario Godoy Quezada (1931-2002), durante la década de 1960, Uno de abajo apareció como un primer antecedente de una corriente de "cine social" que ejemplificaba en películas como Barrio Azul (1941) de René Olivares y Morir un poco (1966) de Álvaro Covacevich (Godoy Quezada, Mario. "La temática social en el cine chileno". En Viaje. Número 412, febrero de 1968, p. 34).

Junto a la valoración de este aspecto de la película, el cine de Armando Rojas Castro fue visto durante los años sesenta en la perspectiva de la amplia producción cinematográfica del periodo del cine silente, tanto por la diversidad de registros y géneros que nacieron en el tiempo, destacando cortometrajes de ficción, noticieros y otros registros documentales variados, como por la diversidad geográfica de la producción, que se dio en ciudades como Antofagasta, Valparaíso, Santiago o Punta Arenas (Godoy Quezada, Mario. "Cuando Chile era el Hollywood de Sudamérica". Ecran. Número 1788, 4 de mayo de 1965, p. 68-71).

En virtud de estos antecedentes, el trabajo de Armando Rojas Castro ha sido rescatado contemporáneamente por el lugar que ocupa en la historia del cine documental chileno y por su influencia decisiva en la configuración del cine como herramienta educativa a partir de su participación en el Instituto de Cinematografía Educativa (ICE) (Morales, Marcelo. "La década del 20: una visión panorámica". Cine Chile. 23 de diciembre, 2013. Recuperado de Cinechile.cl. Consulta: noviembre de 2020), que dirigió, desde 1929 hasta 1942, tras su regreso a Chile de Alemania, en donde se especializó en cine en el estudio cinematográfico Universum Film AG (UFA) y realizó el largometraje documental Lo que vi en Alemania (1926).

Entre los cortometrajes documentales que realizó en el ICE, se cuentan Educación física (1929), El cerro Santa Lucía (1929), Santiago (1933), El Estadio Nacional (1938), La catástrofe de la zona sur (Terremoto de Chillán) (1939), La pesca en alta mar (1941) o El Canciller Aranha en Chile (1941).

Luego de su participación en el ICE, Rojas Castro integró instancias como Chile Films, donde se desempeñó como director técnico por alrededor de dos años, entre 1942 (fecha de su fundación) y 1944, año en el que creó el noticiario DIC de la Dirección de Informaciones y Cultura de la Presidencia de la República, produciendo, entre otros, los cortometrajes documentales: La Tirana (1944), codirigido junto a Pablo Garrido, Nuestro presidente (1946), El hombre y la montaña (1953) y el largometraje Antártida chilena (1947).