Carros de sangre
Para cubrir toda el área urbana de Santiago se desarrolló en pocos años, una red de carros tirados por caballos, conocidos como carros de sangre. Los primeros que existieron en la capital circularon por las calles Ahumada y Estado hasta el mercado y favorecieron al comercio. Pronto la red creció hacia el sur por Arturo Prat y San Diego, hacia el poniente hasta Estación Central y también por calle Catedral, Rosas y San Pablo, trayectos que eran realizados por más de 200 carros de sangre y una dotación de mil caballos. En 1896 sus servicios se volvieron a ampliar y su cobertura alcanzó a Plaza Ñuñoa, Apoquindo con Tobalaba y Llano Subercaseaux.
A pesar de los avances alcanzados por la red de transporte a sangre los habitantes de Santiago se hallaban disgustados por el servicio prestado por la "Empresa del Ferrocarril Urbano". La falta de puntualidad en el cumplimiento de los horarios, aglomeraciones, carros sucios y desvencijados, caballos viejos y cansados y recorridos poco eficientes eran algunas de las críticas que circulaban en aquel tiempo, a lo que se le sumaba la inexistencia de organismos técnicos que regularan la cobertura y el funcionamiento del servicio. La Plaza de Armas y las calles que la flanqueaban se convirtieron en un gran terminal y en un peligro para los peatones. El 29 de mayo de 1895 el periódico El Chileno, publicó: "... los carros desvencijados, sucios e incómodos, manejados de modo que jamás llegan a los desvíos, arrastrados con caballos que no sirven, provocando atropellos y desrielamientos a cada instante y guiados por cocheros y conductores temibles por su mala educación".