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Últimas campañas militares, expedición y refundación de Villarrica (1882-1883)

Luego de reprimir los principales focos del levantamiento mapuche de noviembre de 1881, el general Gregorio Urrutia (1830-1897) continuó avanzando con sus tropas hacia el interior y al sur.

Aseguradas las líneas defensivas y levantados los fuertes en la Alta Frontera del Bio-Bio y Malleco, y de la Baja Frontera en Cautín y Toltén, el Ejército de la Frontera recibió la orden de comenzar las expediciones para asegurar el espacio cordillerano (Alto Bío-Bío), que era fundamental para controlar las escapadas mapuche hacia las pampas argentinas, sus retornos bélicos apoyados por los "indios pampas" del oriente y limitar la circulación ilegal de ganado por los pasos cordilleranos. Además, era necesario "pacificar" a williche o huilliches y pehuenches y recuperar antiguas posiciones españolas en lo profundo del territorio mapuche.

El avance de las tropas argentinas también fue una preocupación para el gobierno de Domingo Santa María (1825-1889) y el Estado Mayor del Ejército, pues estos realizaron varias incursiones a la cordillera chilena en contra de los mapuche pampeanos, lo que convirtió la delimitación de ambos países en un problema de Estado. Villarrica, por su parte, se transformó en uno de sus principales intereses, por lo simbólico que fue ese lugar en el pasado colonial y por su ubicación estratégica en la región a conquistar, ya que, junto con Temuco, se encontraba en el centro del territorio mapuche, y al estar más al sur, permitía la comunicación con las colonias de Valdivia, Osorno y Llanquihue. Es decir, era un punto intermedio de conexión entre las antiguas y nuevas colonias.

A inicios de 1882 el coronel Urrutia preparó la campaña y expedición. Partió por la costa y fundó un fuerte en Chol-Chol, en el mismo lugar que antes ocupaba la casa del longko nagche o nagpuleche Millapán, uno de los líderes del levantamiento general de 1881 y que estuvo en contra de la tregua acordada por Koñoepan. Desde ahí siguieron a Imperial, donde se fundaron los fuertes de Carahue (23 de febrero) y Nueva Imperial (26 de febrero) y fue derrotado el longko Neculman, quien se escondió en los pantanos del interior. Posteriormente, el coronel Urrutia realizó un parlamento con los longkos nagche y firmó el acuerdo de paz con Koñoepan, al que nombró "Cacique General de la Pacificación de la Araucanía". Al mismo tiempo, Cornelio Saavedra Rodríguez (1821-1891) encargó al comandante Martín Drouilly llevar a cabo la expedición a Lonquimay, donde fundó el fuerte Nitrito, subió el volcán Llaima y fundó fuertes en las localidades de Cunco y Curacautín (marzo de 1881) (Bengoa, José. Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX. Santiago: LOM, 2017, p. 323-324).

Desde Nueva Imperial, Urrutia se dirigió a Temuco, organizó sus fuerzas, con las que cruzó en lanchas el río Cautín hasta su conjunción con el río Quepe, y, desde allí, avanzó por tierra entre la espesura de la selva hasta llegar a Ruñanco, donde fue fundado el fuerte Freire (7 de diciembre de 1882). Luego, tomaron rumbo al oriente y a fines de diciembre llegaron a las cercanías del lago y el Volcán Villarrica.

El Teniente Coronel del Ejército chileno Leonardo Navarro, quien escribió una crónica sobre la ocupación, describió el lugar en que estaban las ruinas de la antigua Villarrica y señaló que la naturaleza era virgen, majestuosa e imponente y que "apenas si se advierte algún pequeño prado. Visto desde alguna eminencia el panorama es atrayente con todos los atractivos de una belleza ruda. Al oriente se ve el volcán apagado de Queton Pellan, más allá el Lanin, que como gran atalaya vigila la línea divisoria de las dos repúblicas. El propio volcán Villarrica, parece que tiende a reflejarse en la laguna de su nombre" (Navarro, Leonardo. Crónica militar de la conquista y pacificación de la Araucanía desde el año 1859 hasta su completa incorporación nacional. Santiago: Imprenta y Encuadernación Lourdes, 1909, p. 220-221).

En ese lugar, Urrutia hizo el llamado a los longkos de la zona para parlamentar. Los principales en llegar fueron Penchulef de Putue, Epulef de Villarrica y Luis Aburto Aquiñanco de Ñiquen. En ese parlamento, Urrutia explicó sus intenciones de refundar allí la ciudad y llegar a un acuerdo de paz y comercio. El único en resistir el avance chileno fue Epulef, quien intentó organizar las fuerzas del sector sin mayores resultados. Tomás Guevara Silva (1865-1935) relató que Epulef se presentó con sus fuerzas en dos ocasiones para impedir el paso de los chilenos, pero, al ver que no podría triunfar contra los hombres de Urrutia, decidió retirarse y aceptar la paz. Tanto Guevara como Navarro basaron sus relatos sobre este suceso en la obra Memoria de la campaña de Villarrica. 1882-1883 (1883) del escritor y político Francisco Antonio Subercaseaux Latorre (1872), quien participó en la expedición.

Urrutia procedió a refundar Villarrica el 1 de enero de 1883. Días después, envío notificaciones al gobierno y a las fuerzas argentinas apostadas en la cordillera y en el sur, para dar cuenta de que el Estado chileno tomó posesión de ese territorio. A fines de enero los alcanzó la comisión hidrográfica y de reconocimiento geográfico encargada por el gobierno a Álvaro Bianchi Tuper, quien se sumó con su equipo a las expediciones militares de Urrutia en las que se fundaron los fuertes Paillin, Santa María, Cuneo, Lonquimay y Lincura (febrero de 1883). También exploraron los alrededores del volcán Llaima y se fundó un fuerte en el lugar.

Con la re-fundación de Villarrica se puso fin a un proceso que tuvo como característica principal la violencia estatal y, al mismo tiempo, "la capacidad de reorganización mapuche y de asimilación y adaptación a las distintas circunstancias (…), también marcaron las reacomodaciones y nuevas formas de plantear la resistencia que se dieron a partir de 1883 y que continúan hasta el día de hoy" (Sosa, María. "La conquista de la Araucanía: la expansión de la República de Chile sobre el Wallmapu". Revista SURES. Número 6, 2015, p. 158).

Para el historiador mapuche Pablo Marimán, Villarrica se convirtió "para los sectores políticos, castrenses y comerciantes de Chile en una meta mística. Al consumarse su conquista en los llanos de Wamputuwe (actual Potue) por el coronel Urrutia -al mismo tiempo que otra columna militar lo hacía viniendo desde Toltén- en los primeros días del año 1883, se consiguió la apropiación de uno de los puntos de concentración y distribución de las masas ganaderas que se traficaban desde el Puelmapu (Argentina) hacia la zona lafkenche y williche" (Marimán, Pablo. "Los mapuche antes de la conquista militar chileno-argentina". En ¡…Escucha, winka…! Cuatro ensayos de Historia Nacional Mapuche y un epílogo sobre el futuro. Santiago: LOM, 2006, p. 111-112).

La fundación de Villarrica y los fuertes cordilleranos marcaron "el final de la vida mapuche independiente. Los pueblos se llenaron de colonos, se repartieron tierras y arrinconó a los indígenas a reservaciones, avanzó el ferrocarril uniendo y cambiando el territorio. (…) La derrota transformó a los mapuche en campesinos minifundistas y pobres del campo, los más pobres de Chile quizá. Esta fue la represalia principal: quitarles sus tierras." (Bengoa, p. 323-324).