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Los orígenes del teatro en Chile según Miguel Amunátegui

Miguel Luis Amunátegui (1828-1888), además de algunos de sus conocidos ensayos biográficos, publicó en la Revista de Santiago un conjunto de artículos en torno a la representación teatral en Chile, desde sus orígenes en el siglo XVII al alero de la Iglesia, hasta las décadas posteriores a la guerra de la Independencia.

Según Amunátegui, las primeras representaciones no ligadas al espacio de la iglesia llevadas a cabo en Chile tuvieron lugar en la ciudad de Concepción hacia el año 1693, cuando se representaron catorce comedias, entre ellas, Hércules chileno, con ocasión de las celebraciones por la llegada de "don Tomás Marín de Poveda, y su casamiento con la señorita doña Juana Urdánegui (…), la cual había venido a buscar a su novio a la ciudad de Concepción" ("Introducción de las representaciones teatrales". Revista de Santiago. Tomo I. Santiago de Chile, 1872, p. 437).

Sobre la comedia Hércules chileno, Amunátegui expuso los datos recogidos por el cronista Córdoba y Figueroa, que indicaban el lugar y la fecha de su representación, pero no su autoría, año o lugar de composición. Si bien esta comedia fue representada en 1693, para Amunátegui, "la más antigua composición dramática, escrita en este país, de que yo tenga un conocimiento seguro y completo" fue la obra Al amor vence el deber, compuesta por Juan Egaña Risco (1768-1836) en los primeros años de 1800 ("Las primeras composiciones dramáticas". Revista de Santiago. Tomo I. Santiago de Chile, 1872, p. 648).

Otras composiciones que Amunátegui destacó son La Camila o La patriota de Sud América y La inocencia en el asilo de las virtudes de Camilo Henríquez (1769-1825), ambas compuestas en 1817 -a pesar de considerarlas "sumamente mediocres bajo el aspecto literario" (p. 652)-, El triunfo de la naturaleza de Bernardo Vera y Pintado, que fue puesta en escena en 1819, y la obra La chilena.

Esta última fue escrita por Manuel Magallanes, "periodista ardoroso que seguía la bandera federal de don José Miguel Infante" (p. 654), para celebrar la asunción de Francisco Antonio Pinto (1785-1858) en lugar del Presidente Ramón Freire (1787-1851). Esta obra, que se exhibió el 13 de mayo de 1827, defendía "con toda franqueza el sistema federal" (p. 654), que proponía la organización del país en ocho provincias.

Las representaciones teatrales, para Amunátegui, tuvieron durante el periodo de consolidación nacional una función en la generación de pertenencia e identidad, funcionaban como un vehículo de ideas políticas y filosóficas: "Los próceres de la revolución hispano-americana concibieron el teatro, no como un simple pasatiempo, sino como una institución social cuyo principal objeto era propagar máximas patrióticas y formar costumbres cívicas" ("Carácter político y social del teatro en Chile". Revista de Santiago. Tomo I. Santiago de Chile, 1872, p. 561)

En este sentido, Amunátegui rescató el interés del Director Supremo Bernardo O'Higgins (1778-1842) de que se llevaran a cabo en Chile representaciones dramáticas y su rol en la construcción del primer teatro oficial de Chile. Para concretar esta idea, O'Higgins encargó al teniente coronel Domingo Arteaga que se hiciera cargo de la empresa.

En el año 1818, Arteaga instaló un teatro provisional en Santiago, específicamente, en "la calle de las Ramadas, frente al puente de Palo, en el sitio ocupado ahora por la casa número 24" ("El establecimiento del teatro en Chile". Revista de Santiago. Tomo I. Santiago de Chile, 1872, p. 483). En mayo de 1819, este teatro provisional se trasladó a la calle "de la Catedral, donde se le destinó, en el antiguo edificio del Instituto Nacional, el salón que ahora ocupa la escuela de la Unión de Artesanos" (p. 484).

Con posterioridad, en 1920, Arteaga mandó construir un edificio especial en el que se instaló el primer teatro permanente de la historia de Chile, con capacidad para más o menos mil quinientos espectadores, llamado Teatro Nacional, que se erigió "en la plazuela de la Compañía, hoy O'Higgins" (p. 484).