Territorio que contaba con excelentes condiciones
"La ciudad de la Serena, es la primera que hay de españoles(...) la cual fundo(...) en un llano en la ribera de un río pequeño.(...) esta media legua pequeña de la mar, es de admirable temple, alegre cielo, y sanos aires, llueve poco en aquella parte, por llegar hasta ella el no llover de los llanos del Perú, tiene 100 vecinos españoles(...) hay en ella iglesia mayor, conventos de Santo Domingo, San Francisco, La Merced, un hospital para curar los pobres enfermos, con otras iglesias, y hermitas.
Esta tierra es riquísima de oro, porque toda ella esta lastrada de él, sácase poco por falta de gente y agua, por no llover, tiene las minas de cobre, que es el mejor que hay en las Indias, por el mucho oro que tiene.
Los vecinos tienen labranzas de trigo, maíz, y otras semillas, viñas, y olivares de donde hacen cantidad de vino y aceite, tienen crías de ganado mayor y menor, y muchas cabras, de que hacen los mejores cordobanes de las Indias(...). Hay todas las frutas de España, y fresas que llaman frutillas de Chile, que es muy gruesa y regalada. (...) Cerca de Coquimbo esta el valle de Limarí, donde hay viñas, olivares, se coge trigo, maíz, papas, con otras semillas, y raíces".
Vásquez de Espinoza, Antonio. Descripción del Reino de Chile. 1ª edición 1619. Santiago: Inst. Blas Cañas, 1986, pp. 37-39.
"Fundóse la ciudad de La Serena, que fue la segunda de Chile, en el año de 1544, en un muy ameno y apacible valle que baña un río, si no grande, muy alegre y de lindas aguas, con que se riegan sus campos y se fertilizan, de manera que no tiene toda aquella comarca necesidad que le venga de fuera casi ninguna cosa para la vida humana; porque tiene de cosecha pan, vino, carne, todo género de legumbres y frutas, y aún más que en Santiago, porque fuera de las de Europa y otras propias de la tierra, tiene dos muy buenas; la primera es un género de pepinos muy dulces y que no se mondan, porque su cáscara o tela de encima es muy sutil, lisa y delicada, de color entre blanco y amarillo, listado todo de vetas de un fino morado; la otra fruta es la que llaman lúcumas, que también la he visto en el Perú, y es muy sana de muy buen sabor, y el hueso de dentro muy liso, de color morado. El aceite de esta tierra es el mejor absolutamente del reino, claro y limpio como los ojos, de buen sabor y olor, y hay mucha abundancia, de manera que no sólo basta para el sustento de toda aquella ciudad, pero se saca afuera para vender y presentar de regalo. Hácense buenas sementeras y se crían muchos ganados, aunque no tantos como en la comarca de Santiago, porque llueve menos, y así no son los pastos tan pingües.
Lo más particular y de más estima de esta tierra es la abundancia de metales de oro, cobre y plomo, de manera que aunque el oro se ha dejado de sacar en otras partes de Chile, por ser de más provecho otras granjerías, en este lugar se ha sacado y saca siempre en mayor o menor copia, conforme es lluvioso el invierno; porque si llueve bien se derrumban los montes y se desentraña la tierra; y así se halla con más facilidad el oro; el cobre que allí se funde sirve para todo el reino, y para los demás del Perú. El temple de esta ciudad es absolutamente el más apacible y suave de todo el Reino, porque el invierno, que en otras partes de él es muy riguroso, y más, mientras se avecina el Polo, es aquí tan templado que casi no se siente, por estar del Trópico solos seis o siete grados; y así, por estar apartado de la línea equinoccial más de veinte y nueve y del Polo más de sesenta, viene a gozar de un medio templado y libre, así de los fríos de éste como del calor o fuego de aquélla. Su día mayor es de catorce horas y es a once de diciembre, y su mayor noche de otras tantas, a once de junio.
(...) Ayuda mucho a la apacibilidad del temple, el sitio en que esta ciudad está fundada, que es muy ameno y alegre, no alto ni bajo, del cual hasta el mar hay dos leguas, de la más agradable y vistosa vega que se conoce, toda llena de mirtos y arrayanes, como si de propósito los hubieran allí plantado.
(...) Va toda cuesta abajo, de manera que no impide la vista al mar, donde remata en una bien proporcionada bahía, regaladísima de mil suertes de peces y mariscos, y así no hay en toda la tierra mejor pasadía en viernes y Cuaresma, porque vale muy barato el pescado; ni es inferior la del tiempo de carne, porque de más de la del carnero, que es muy sustancial y de buen sabor, hay mucha abundancia de gallinas, pavos y perdices y buena caza".
Alonso de Ovalle. Histórica Relación del Reino de Chile. Santiago: Instituto de Literatura Chilena, 1969. 1ª Edición, Roma, 1646, pp. 195-196.