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Obra como cronista

"Y el árbol, el otro árbol de Betty Smith sigue creciendo. Ahora Coney Island es una inmensa fogata. Música, ruidos, gritos, risas. Y las ruedas colosales giran poseídas por el delirio. Y las gentes danzan en el alborozo, en el peligro, en la vida, en la muerte. Y la pintada Lady ríe para siempre. Y los carros locos pierden la vía y se tumban hacia el abismo. Y el tren infantil corre plácidamente entre paisajes imaginarios. Y los caballos desbocados echan llamas por los ojos, mientras se alcanzan y se pasan endemoniadamente por la pista de rieles más fantástica que es posible imaginar. Y las blusas, las cintas, las cabelleras de los jinetes dejan una interminable estela de luz en el viento. Y el gentleman noctámbulo ríe para siempre. Y las casas volantes se cimbran en el aire y sobre valles y montañas de una Virginia imaginaria. Inmensas ruedas giran velozmente con el ser humano hecho un guiñapo y tan pronto vuelto hacia el cielo como hacia la tierra. Y el tren enloquecido y amante del vértigo sube a doscientos pies de altura y desde allí se precipita verticalmente hacia un abismo, para volver a subir y bajar hasta lo infinito. Y el clown ríe para siempre. Y el mundo entra en la locura para siempre. Y yo no puedo dejar de tocar ese fuego que marca para siempre", Rosamel del Valle.

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