distintas denominaciones
Existen distintos términos para referirse a estos espacios de sociabilidad, donde el pueblo manifestaba sus pautas valóricas y actuaba conforme a sus propios patrones de conducta. De ahí que los conceptos ramada, chingana o fonda hayan comenzado a asociarse entre sí, considerándose sinónimos, ya que todos hacen alusión a un tipo de sociabilidad y diversión propias de los sectores populares. Sin embargo, presentan matices que los diferencian, principalmente en cuanto al lugar de emplazamiento, los materiales con que eran construidos y su permanencia.
Las ramadas (o "enramadas") eran construcciones erigidas en medio de espacios abiertos. Su denominación proviene de la manera en que eran confeccionadas, pues estaban hechas de troncos o ramajes de árboles, siendo fáciles de fáciles de levantar en cualquier lugar. Asociadas a ámbitos rurales, la precariedad de sus instalaciones daba cuenta de un atributo mudable, provisorio y temporal, muy propio del entorno y de sus principales concurrentes, el peonaje rural.
Las chinganas, en cambio, se ubicaban en los sectores suburbanos, generalmente en los arrabales o suburbios de las ciudades coloniales, por lo que eran más estables, regulares, cotidianas e incluso perpetuas. Generalmente, estos establecimientos eran edificados en los ranchos o habitaciones particulares de mujeres y era concurrido mayormente por sujetos procedentes del mundo popular. Por su parte, la clientela de las fondas también era urbana. Sin embargo, a diferencia de los otros centros populares, las fondas eran construcciones más sólidas y se caracterizaban por ofrecer hospedaje a viajeros y transeúntes.
Otra diferenciación estaba dada por factores económicos. Alrededor de 1840, existían disposiciones municipales que ordenaban el cobro de permisos para el funcionamiento de estos establecimientos. Mientras fondas y chinganas pagaban patentes anuales, las ramadas sólo lo hacían durante aquellos días en que estuviesen funcionando.