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Señoras de la elite

Durante la Guerra del Pacífico Chile presentaba deficiencias en el ámbito sanitario para asistir a los soldados heridos. Consciente de la insuficiencia del esfuerzo estatal para resolver este problema, una de las filántropas más reconocidas del país, Juana Ross de Edwards, subvencionó el hospital creado por su hijo Agustín Edwards Ross en la ciudad de Valparaíso, donde residía. Otra de las mujeres que cooperaron significativamente en el plano sanitario fue Isidora Goyenechea, acaudalada madre del empresario del carbón Matías Cousiño. No obstante, además de este aporte, Goyenechea puso a disposición del gobierno de Aníbal Pinto, su buque a vapor, que llevaba el nombre de su marido. Su barco prestó servicios como transporte y correo marítimo durante toda la campaña naval.

Por otra parte, a falta de una acción estatal destinada a acoger a los familiares de los militares, en total desamparo a raíz de la guerra, el sector privado tomó la decisión de crear una serie de obras de beneficencia. La primera iniciativa de esta índole fue la Sociedad Protectora de Santiago. En la constitución y dirección de esta institución, como también en varias otras, no participaron mujeres, sin embargo, ellas fueron vitales para su funcionamiento, comenzando por el contacto directo con los beneficiarios. Una de las tareas menos conocidas que desempeñaron fue facilitar la comunicación de los soldados con sus parientes, escribiendo las cartas que estos últimos les dictaban. Asimismo, jugaron un papel central en la recolección de dinero, para lo cual organizaban bazares, conciertos, rifas y bailes que se promocionaban en los periódicos.

También existieron establecimientos que fueron fundados por mujeres, en los que se proveía alimentos y casa, y educación para los niños. Por ejemplo, Manuela España instauró un asilo de huérfanos en Quillota. En Valparaíso se erigió la Sociedad Protectora de dicha ciudad a cargo de Luisa de Edwards, Isabel de Arlegui y Gertrudis de Lyon. Por su parte, las señoras de Santiago crearon el Asilo de la Purísima para recibir exclusivamente a niñas, pues ya existía un asilo para infantes varones, denominado el Asilo de la Patria. Empero, de las sociedades caritativas creadas por mujeres para estos fines, la más importante fue la Sociedad del Perpetuo Socorro, dirigida por Dolores Vicuña de Morandé. Esta institución que nació en diciembre de 1879 al alero financiero de la Sociedad Protectora de Santiago, auxilió con mesadas a viudas, distribuyó cartas, brindó asilo y alimentación, e impartió educación a los hijos de los soldados. Benjamín Vicuña Mackenna, historiador y político, encomió en distintas ocasiones la contribución de las mujeres chilenas en este plano y, particularmente, elogió la labor de su hermana Dolores Vicuña de Morandé, a través del homenaje que le rindió tras su fallecimiento.