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artes de la lengua

En 1492, el español Antonio de Nebrija publicó la primera gramática que se escribió sobre una lengua "vulgar", como se le llamaba en Europa a los idiomas vernáculos diferentes del griego y el latín clásico. La Gramática de Nebrija trataba sobre la estructura y sintaxis del español y sentó las bases para el estudio de las reglas gramaticales que daban forma y contenido a los idiomas.

Unos años antes, Nebrija había publicado sus Introductiones latinae, obra que tuvo una inmensa repercusión en el desarrollo de los estudios lingüísticos en toda Europa y que posteriormente se convertiría en el modelo a seguir para las Artes de la lengua que escribieron los misioneros católicos en el continente americano.

Los primeros estudios sobre las lenguas indígenas americanas, intentaron seguir la estructura que Nebrija había dado a sus obras, basada en las cuatro partes de la gramática grecolatina. Prosodia, etimología o morfología, sintaxis y ortografía. Sin embargo, se encontraron con enormes dificultades para describir con estas normas a las lenguas americanas que poseían una estructura absolutamente diferente. Algunas de ellas eran de tipo aglutinante, por lo que la parte relativa a la sintaxis se hacía innecesaria u obstaculizaba una descripción racional de ellas; otras en tanto, poseían fonemas nasales, guturales o tonales que no existían en las lenguas indoeuropeas, lo que creó graves problemas a la hora de realizar una transcripción de las palabras.

Los misioneros lograron acomodar hábilmente algunas características de las lenguas nativas americanas en el molde grecolatino heredado de Nebrija. Sin embargo, en muchas ocasiones ese mismo esquema obstaculizó de sobremanera los intentos de realizar un estudio gramatical exhaustivo, impidiendo una cabal comprensión de las lenguas americanas.

Por otra parte, los Vocabularios que escribieron los misioneros no siempre lograban recoger la riqueza lingüística de los idiomas nativos, puesto que intentaban encontrar equivalentes lingüísticos de conceptos que no existían en América. En último término, el trabajo lingüístico llevado a cabo por los misioneros conllevó la generación de un nuevo vocabulario, adaptado a las exigencias de la evangelización.