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Lengua otomí

Al momento de la conquista española, la lengua otomí era una de las más extendidas en la región noroccidental del altiplano central mexicano. Perteneciente a la familia lingüística otomangue, el otomí o hñähñü (en su denominación nativa) supuso por sus peculiaridades un reto para los hablantes de lenguas indoeuropeas por la predominancia de fonemas nasales y su carácter de lengua tonal, es decir, que "tiene más de un tono para distinguir vocales o sílabas" (Cantero, Francisco. Teoría y análisis de la entonación. Edicions Universitat de Barcelona, 2002, p. 44).

Las primeras gramáticas del otomí fueron realizadas por los frailes franciscanos Alonso de Urbano y Pedro de Cáceres en el siglo XVI; a estas se agregaron muchas otras gramáticas durante los dos siglos siguientes.

Entre las gramáticas coloniales de lengua otomí que posee la Biblioteca Nacional, destaca el manuscrito inédito Arte breve para aprender con alguna facilidad la dificultosa lengua Otomi del jesuita Antonio de Agreda, escrito en la década de 1770 y cuya publicación fue prohibida por la Real Academia de la Lengua, aduciendo que contenía errores doctrinarios.

Hoy en día, el otomí es hablado por más de 300.000 personas en el centro de México y es reconocida como lengua nacional en ese país, en conjunto con otros 64 idiomas indígenas.