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Censura

En los años de la dictadura, la actividad literaria se vio afectada por una censura generalizada y un consecuente decaimiento del mercado editorial. Los autores de este período sufrieron enormes obstáculos para su escritura, teniendo a veces como única opción la producción clandestina. Señala al respecto Diamela Eltit, que durante la dictadura "no había editoriales, desmantelaron, cortaron la relación entre publicación y lector porque los mecanismos aledaños estaban intervenidos, universidades, periódicos, la televisión, etc. Los libros estaban editados muy secreta y misteriosamente. Con la dictadura los canales de difusión se cortaron y eso produce paradójicamente algo interesante: surge la diversidad, es decir al no haber un mercado que pidiera, que exigiera, surge igualmente literatura" (Rossi, Alejandra. "Yo no quiero cambiar el imaginario, yo quiero poner en el imaginario lo oculto", Mercado Negro, (11): 21-24, oct-nov, 2001).

Puesto que el gobierno militar estableció entre sus objetivos inmediatos la eliminación del acervo intelectual, los libros se limitaron a circular entre amigos y conocidos. Así, una vez restaurada la democracia resultó muy difícil la reactivación del flujo editorial.

Escritores tales como Jaime Collyer, Carlos Franz, Darío Oses, Ramón Díaz Eterovic, Gonzalo Contreras, Marco Antonio de la Parra y Diamela Eltit, entre otros, pertenecieron a esa generación de nuevos escritores que crecieron en la claudicación y la sumisión, huérfanos de modelos y editores, obligados a la marginalidad. Es la llamada nueva narrativa chilena, generación que nació y creció literariamente durante la dictadura y que recién pudo difundir masivamente sus obras una vez suprimida la censura.

Los resultados en los tópicos fueron evidentes. Primero, debido a esta suerte de subterraneidad literaria los escritores se unieron en una temática de violencia y personajes marginados. Luego, el escepticismo, la nostalgia y la desconfianza en las verdades absolutas impregnaron todas sus producciones.

Por su parte, Diamela Eltit abordó la situación de la dictadura desde una escritura cifrada. La descripción del cuerpo y la sangre, dieron cuenta de una lectura propia e internalización lúcida de los sucesos que estaban aconteciendo: "Leer analíticamente ese poder militar central, aliado a un sector considerable de fuerzas civiles y aún de fuerzas internacionales, como una explosión de incalculables proporciones frente a la cual se trastocaban las lógicas, leer en medio de esa explosión desmesurada de poder, que parecía injustificable, como, sin embargo, se erigía un discurso (político) que sostenía los desmanes y los avalaba mediante una retorcida retórica" (Lértora, Juan Carlos. "Diamela Eltit, convergencias", Taller de Letras (32): 179-185, 2003).