Subir

Áreas despejadas de bosques

A la llegada de los españoles, el territorio nacional no era un espeso y cerrado bosque de mar a cordillera, pues existían grandes extensiones de tierras despejadas que permitían la subsistencia de los pueblos indígenas asentados en aquellos territorios. En efecto, no se trataba de un territorio prístino e intocado por la mano del hombre tal como lo evocaba una tradición formada en el siglo XVIII. Si así hubiera sido los indígenas no habrían tenido el suelo o espacio necesario para sus habitaciones y su incipiente agricultura. Especialmente desde el río Maipo al norte los cerros no eran boscosos. Avanzando hacia el sur, los bosques cubrían cada vez más las pendientes de Los Andes, la Cordillera de la Costa y los terrenos ondulados por colinas y quebradas. Aumentaba la diversidad de especies vegetales por la transición de las condiciones ecológicas semidesérticas del norte con las lluviosas del sur. Uno de los principales vacíos de información se encuentra en la descripción de los territorios de la Cordillera de Los Andes, lo que indica que podía tratarse de territorios poco poblados y en general cubiertos por bosque. De hecho, la principal actividad de las bandas de la zona era la caza y no el cultivo. Entre estos parajes, por la depresión intermedia, los llanos y las tierras despejadas, con sus sementeras y asentamientos humanos, ocupaban dilatadas extensiones. En todo caso es probable que al sur del río Toltén lo que predominaba era el bosque incluso, en los sectores intermedios.