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Revolución de 1859

Las consecuencias del motín del 20 de abril de 1851 y de la revolución de 1851, no provocaron la extinción de las ideas liberales que tomaron nuevas energías con el regreso del exilio de sus principales líderes. En 1857, un grupo del peluconismo se escindió del partido de gobierno y se unió a la oposición. Poco después se constituyó la Fusión Liberal-Conservadora. Sin embargo, no todos los liberales aceptaron la Fusión, que desarrolló su acción política sin salirse de los marcos constitucionales de 1833. En las elecciones parlamentarias de 1858, varios liberales más radicalizados como Ángel Custodio Gallo, Tomás Gallo y Manuel Antonio Matta obtuvieron un lugar en la Cámara de Diputados. Poco después, apareció el periódico La Asamblea Constituyente que, con el apoyo de José Victorino Lastarria e Isidoro Errázuriz, se convirtió en el más ferviente vocero de la oposición a Manuel Montt.

En este contexto, la crisis económica de 1858 trajo consecuencias inevitables. A principios de 1859, en Copiapó, centro de la riqueza minera de la época, se produjo un levantamiento revolucionario acaudillado por el rico empresario minero Pedro León Gallo, secundado por los hermanos Guillermo y Manuel Antonio Matta. La oposición liberal-conservadora apoyó inicialmente con entusiasmo la revolución. Pero el triunfo de Gallo en la batalla de Los Loros y su avance victorioso hacia Santiago, junto a sus ideas demasiado avanzadas en lo político y en lo religioso -su movimiento era notoriamente anticlerical-, llevó a los miembros de la fusión a considerar a los revolucionarios de Copiapó más peligrosos que Montt. Así, considerando que al presidente le quedaban solo dos años de gobierno y que la Fusión impondría su supremacía en la designación del reemplazante, prefirieron unir sus fuerzas al gobierno, para enfrentar a un enemigo que era abiertamente ajeno a las elites políticas dominantes. Esto determinó que el movimiento revolucionario fuera derrotado militar y políticamente, por lo cual, Gallo debió huir a Argentina. No obstante, sobre la simiente diseminada por Gallo, surgió el Partido Radical, que agrupó al liberalismo radicalizado, a los grupos sociales vinculados al artesanado, a los mineros, y al anticlericalismo. Sus propuestas fundamentales se dieron en torno a una reforma constitucional, educación estatal, descentralización administrativa y libertad absoluta de sufragio.