Subir

Cordófonos

Los cordófonos son aquellos instrumentos que producen sonido por medio de la vibración de cuerdas pulsadas por el hombre. Entre los cordófonos de uso folclórico de mayor relevancia deben señalarse el arpa, el rabel, el guitarrón, el charango y la guitarra.

El arpa chilena es un cordófono diatónico, usualmente afinado en Do mayor y destinado a acompañar de forma sobria los textos poético-musicales de cuecas, tonadas y canciones (con una o dos guitarras) y, algunas veces, para polcas y valses. El apogeo del arpa folclórica en Chile ocurrió durante la primera mitad del siglo XX y en la actualidad su dispersión corresponde a la zona central de Chile, por lo común en manos de mujeres.

Al igual que otros tipos de arpas (como el arpa de pedales), las dimensiones de este instrumento están pensadas para interactuar cuerpo a cuerpo con sus ejecutantes. De forma similar a la española del siglo XVII y con un promedio de 35 cuerdas, el arpa folclórica chilena puede alcanzar más de un metro y medio de altura en la suma de sus partes, cuales son mango, clavijero y caja, esta última con dos orificios sobre los que se percute, a veces, como forma de acompañamiento musical.

De dimensiones considerablemente menores, la existencia del rabel aparece documentada por primera vez a mediados del siglo XVII. Este cordófono, de tamaño menor al de un violín, posee tres cuerdas (con afinación, por lo general, de La, Re y Sol) y un timbre grave. Aparece normalmente con profusos adornos de artesanías incrustadas. Prácticamente extinguido, es utilizado para acompañar cuecas, tonadas y versos en las zonas norte, centro y centro-sur del país, además de la isla grande de Chiloé.

El guitarrón o guitarrón chileno es un cordófono de 25 cuerdas dispuestas en cinco órdenes (grupos de cuerdas), de tamaño similar al de la guitarra, pero con caja más profunda y clavijero más pesado. Interpretado por personas de tercera edad, para muchos este es un instrumento genuinamente rural, aunque en los últimos años haya vivido una recuperación de su práctica y construcción en zonas urbanas cercanas a la capital. Sus rasgos organográficos son inconfundibles: con cuerdas de metal, posee una afinación de organización interválica similar a la de la guitarra que es, por lo general, una tercera más baja, para evitar exceso de tensión en la madera. Al igual que el rabel, sus adornos y luthería (construcción) presenta varios elementos vistosos, como los trastes o chapecaos, los puñales o terminaciones de la boca y los diablitos o cuerdas extremas.

Existente en Chile desde mediados del siglo XVIII, el guitarrón chileno se usa para acompañar entonaciones de versos a lo humano y lo divino, además de servir, ocasionalmente, como intérprete de cuecas, tonadas, valses y polcas. Su carácter solemne, su renombrada antigüedad y la belleza de los recursos sonoros que posee, le han convertido con los años en un perfecto acompañante para actividades ceremoniales y, especialmente, para velorios de angelitos.

El cordófono más relevante del área andina es el charango o guitarrilla del altiplano. De origen quechua y aymará, su tamaño, forma de interpretación redoblante y organización por órdenes, hizo que se popularizara de forma sorprendentemente rápida, pasando pronto a formar parte de las cofradías danzantes y fiestas nortinas chilenas, amén de grupos de proyección folclórica, desde mediados del siglo XX. Su afinación es Mi, La, Mi, Do, Sol, equivalente a una cuarta superior a la guitarra y su construcción se hace con caja armónica cóncava de quirquincho o de madera.

Finalmente es importante conocer la guitarra, instrumento introducido por los españoles en América luego de haber ingresado a España proveniente de la cultura árabe, de donde deriva, justamente, su nombre, qitára. Debido al proceso de transculturación que vivió en su paso desde el viejo mundo al Nuevo Mundo, puede considerársele como un instrumento folclórico legítimo, especialmente luego de su utilización en la conquista y posterior folclorización en el acompañamiento del canto y la danza, donde alcanzó ejecuciones solistas. Habitualmente de seis cuerdas, su ejecución es pulsada (antiguamente con plectro) o rasgueada y su luthería diversa. En efecto, los procesos de cambio organológico vividos por este instrumento temperado han hecho que se transforme constantemente en su construcción y sonoridad, siendo normal hallar la guitarra como acompañante, como miembro de grupos pequeños (de cámara) o como solista en distintos tipos de música, con distintos tamaños y afinaciones.

Otros instrumentos en proceso de extinción son la bandurria, el ukelele (Isla de Pascua), la mandolina o mandolino y el Chillador. Algunos ya extinguidos durante el período colonial, son la vihuela, la bandola y el requinto. Estos casos, debe decirse, no significa que no existan unos pocos ejemplares en uso aún en el país.