El Mensajero (2003)

El Mensajero constituye el segundo tomo de Cortejo y Epinicio. El poemario está dedicado al padre del poeta. En el epígrafe, el autor anotó: "Papá, tres días antes de marcharte, me pediste que te prometiera que revisaría El Mensajero hasta crear el más hermoso -real- libro. Cumplir la promesa me ha exigido cumplir tu edad". La muerte está presente en la escritura de El Mensajero, con un sello a la vez corporal y metafísico. En el poema "Las Once" de la primera sección del libro, titulada "Vitamortis", el hablante declara:
Ese queso perturba su cadáver
En la alcachofa, cárdeno, a la izquierda.
Falta poco. En sus nichos,
eriales compoteras.
Prendedor de humedades,
hiede el pan. El arrope, de asamblea.
Remilgo, ese racimo.
La derecha, a la izquierda.
Falta poco. En sus nichos,
Confusas compoteras.
En sus piélagos quietos: incesantes,
Estas gruesas tajadas pedigüeñas.
(El Mensajero. Santiago: Lom, 2003. p. 20)
La fúnebre descripción evoca un cementerio húmedo y maloliente, donde los cuerpos se van descomponiendo poco a poco. El "falta poco" que se repite dos veces a lo largo del poema, anuncia el plazo fatal de la muerte y la descomposición, tanto para los vivos, como para los muertos.