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RECUERDOS DE INFANCIA

Una asidua lectora colombiana de la revista El Peneca nos envió una reseña acerca de su experiencia con la publicación chilena.

06 de enero de 2009

Cuando el colombiano Carlos Cabrera recolectó las memorias de su familia para hacer un libro, Nydia Bedoya, una de sus tías, escribió sobre su niñez y en sus recuerdos apareció El Peneca, la revista infantil chilena que se publicó entre 1908 y 1960 y llegó a circular por otros países latinoamericanos, como Perú, Venezuela y, también, Colombia.

Carlos quiso compartir el texto de su tía y lo envió a Memoria Chilena. Aquí, los recuerdos de Nydia:


La señorita Rebeca tenía un hobby especial. Coleccionaba la revista El Peneca. Esta publicación chilena llegaba a Bogotá los sábados en la mañana y los voceadores de prensa junto con los periódicos del día, hacían su promoción. El Peneca publicaba novelas de aventuras por capítulos, cuentos fantásticos y resúmenes de obras literarias. En mi casa mis hermanos y mi tía Rosa consideraban que El Peneca era una mala influencia porque dañaba el gusto literario y su lectura era una verdadera pérdida de tiempo. Por esto lo combatían, pero yo siempre lograba que la Srta. Rebeca me prestara unas revistas y, pese a los coscorrones, pude ponerme al día con toda la colección. Cuando fui mayor, mi anhelo secreto era poder comprar una colección de El Peneca pero, cuando Jaime viajó a Chile, estuvo averiguando por la publicación y su editorial ya no existía y nadie le dio razón de ella.

Yo conservo en mi memoria la mayoría de estas aventuras y narraciones: "La pimpinela escarlata", "Lautaro", "El niño de la selva", "La herencia funesta", "Sexton Blake en la escuela", "La cueva del infiernillo", "El fantasma del huaso Raimundo", en fin, que podría llenar páginas y páginas con los títulos de sus narraciones.

Yo creo que a El Peneca le debo el que, al llegar a los diez años, conocía cosas que otras niñas y niños de mi misma edad ni soñaban siquiera. Yo sabía donde estaba situado el Mar de la China y qué diferencias existían entre piratas, bucaneros y corsarios. Sabía también que el Canal de la Mancha separaba a Inglaterra de Francia, qué fue la Revolución Francesa, y quién era el terrible Robespierre y sus esbirros. Tenía idea de la política europea de los siglos XV, XVI y XVII, la Guerra de las Rosas y los Cabezas Redondas eran familiares para mí. Conocía de las vendettas italianas y la terrible mafia siciliana. También que el Congo estaba en el Continente Negro y que el río Nilo era el más largo del mundo y que en sus orillas habían tenido su asiento civilizaciones antiguas y misteriosas. Supe y admire a Lautaro en su lucha contra el conquistador español y conocí las sutiles diferencias entre los nobles ingleses, franceses y españoles. En fin, que a los diez años mi "cultura" general estaba muy por encima de la mayoría de mis contemporáneos y a esto le debí cierta especial situación no solamente con mis compañeras de colegio, sino también con mis profesores y todo ello por causa de mis lecturas de El Peneca que tanto criticaban en mi casa por no servir para nada. No sé si literariamente estas revistas tuvieran algún valor, yo creo que sí. Pero su importancia radicaba en que despertaban el gusto por la lectura y una vez iniciado en ella al tener una buena asesoría en la materia, los frutos hubieran sido excelente.

Nydia Bedoya de Cabrera

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