Subir

Conspiración de los tres Antonios

Luego de instalarse en Chile de vuelta de su viaje a España en 1778, la casa de José Antonio Rojas era centro de tertulias y difusión de ideas ilustradas. Ahí se reunía en particular con dos ciudadanos franceses asentados en Chile, Antonio Gramusset y Antonio Berney, para conversar sobre la conveniencia de establecer en Chile un régimen republicano, que sustituyera el monárquico, cuyo gobierno fuera ejercido por un cuerpo colegiado elegido por los habitantes del territorio. En materias sociales, aspiraban a la abolición de la esclavitud y de la pena de muerte, a la desaparición de las jerarquías sociales y a la redistribución de las tierras. Estas fueron las primeras ideas propiamente republicanas e independentistas que comenzaron a circular en la Capitanía General.

Para lograr la difusión de estas ideas, según comenta Sergio Villalobos, Gramusset y Berney urdieron un plan en el que "cada uno de los complotadores comprometería a otro en el plan, sin mencionar a los demás, formándose así una red que en caso de ser descubierta sería imposible de seguir en sus hilos. El día señalado para el levantamiento todos se reunirían en la Chimba, al norte del Mapocho, y de allí partirían en grupos a aprehender al presidente y las autoridades, a tomarse el almacén de pólvora, la sala de armas y las cajas reales que les proporcionarían dinero suficiente. Mientras tanto, algunos de los conspiradores, disfrazados de religiosos, incitarían al pueblo y mostrarían su descontento por el asunto de la reforma de las órdenes, que sería la razón aparente del movimiento. También se daría libertad a los esclavos con el objeto de que participasen en la empresa" (Tradición y reforma en 1810. Santiago: Universitaria, 1961. p. 134).

En enero de 1781 estas discusiones y el completo plan redactado por Berney, extraviado en las inmediaciones de la hacienda en Polpaico de Rojas, fueron denunciadas por Pérez de Saravia -amigo del complotador- al regente Tomás Álvarez de Acevedo, quien inició una investigación a partir de las informaciones que Saravia le entregaba y, una vez reunidos los antecedentes, los puso en conocimiento del gobernador Benavides y dictó una orden de detención contra los dos franceses, además de un ciudadano gallego de apellido Pacheco.

Los dos franceses fueron apresados y enviados desde Lima a España en un barco que naufragó, resultando con la muerte de ambos, mientras que Rojas no fue apresado debido a que fue considerado inocente por la Real Audiencia. Sin embargo, tras los hechos, vivió un breve exilio en España.