Principal entrada lucrativa de los dueños del local, la bebida servía de acompañamiento a los juegos y celebraciones que se desarrollaban al interior de las ramadas o chinganas y no era poco usual que su consumo provocara desórdenes y violencia entre los asistentes. Esta era una de las razones por las cuales los sectores dirigentes criticaban y condenaban estos espacios, dada la asociación que establecían entre estas manifestaciones con el vicio, el crimen, la vagancia y la inmoralidad.

Junto a la venta de alcohol -principalmente vino, chicha y aguardiente de producción casera-, muchas chinganas poseían cocinerías en su interior, a diferencia de las ramadas, las que más bien invitaban a que se desplegasen en sus alrededores. En las cocinerías populares se comercializaban frituras, empanadas y carnes asadas.