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Poeta

La apuesta estética de Violeta se aprecia con claridad en los textos de sus canciones y en una incipiente y subterránea labor de escritura.

Su hermano Nicanor Parra, en este sentido, tuvo un papel gravitante. Uno de sus primeros acercamientos a la literatura se debió a él, ya que frecuentó y entabló amistad con el círculo de intelectuales que pertenecía el poeta en Santiago en 1930. Fue en esa década cuando escribió sus primeras poesías, labor que tuvo su reconocimiento en 1945, cuando recibió un premio en Quillota por su oda "A la reina".

En 1951 Nicanor leyó sus "Décimas", poemas que había escrito a lo largo de su juventud y donde contaba la historia de su vida. Ese fue el aliciente que Violeta necesitaba; su hermano la impulsó para que se dedicara a la composición, a crear imágenes para los sentimientos, dando a luz su Autobiografía en décimas, escritos que serían musicalizados varios años después por su hija, Isabel.

En los años 1950 Violeta tuvo nuevamente cierta relación con el ambiente ilustrado, sobre todo el que rodeaba a Pablo Neruda, pero su actitud siempre fue distante.

Una de sus obra más destacadas en este ámbito fue Poésie populaire des Andes, publicada por ediciones Francois Maspero en París, en 1965. En el libro se incluyeron poemas, letras de canciones y fragmentos de conversaciones con cantores populares chilenos. Más tarde se publicó 21 son los dolores, bella recopilación de algunos de sus mejores versos.

Sin embargo, quizás la mayor de las evidencias de la relación entre Violeta Parra y la poesía, no fue un escrito suyo sino de su hermano. Nicanor, el año 1960, compuso y grabó el poema Defensa de Violeta Parra. El fonograma apareció el mismo año en el disco Recordando a Chile, del sello EMI Odeón. Y la relación no era sólo simbólica; acompañando la voz del poeta, pulsando la guitarra, la propia Violeta se hacía presente.