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Los dones previsibles

Después de tres décadas sin editar, Stella Díaz publicó Los dones previsibles, en 1992. Este libro fue prologado por Enrique Lihn, en el que señala: "La voz de Stella es fiel a sí misma. Subrayo esa palabra para agregar que la mayor parte de los poetas de mi generación entendíamos la poesía como canto, en primer lugar y sólo en segundo como escritura. En el poema hablaba una primera persona que debía robarse con su voz todas las películas, empezando por la Biblia. El hablante más bien cantante, de los versos, debía ser "antipoeta y mago" -Huidobro; heroico y multitudinario -de Rokha-; un mito -Neruda-. Stella Díaz Varín, no bien reconocida la necesidad de tener una voz propia y resonante y, en ella, 'la razón de mi ser', intentó diferenciarla con una violencia específica e hizo de ella una leyenda turbulenta" (Díaz Varín, Stella. Los dones previsibles. 1ª edición. Santiago: Cuarto Propio, 1992. p. 11)

V

"La voluntad de latir está en el sonido
La multitud del tambor
Es la voz de la muchedumbre.
La voz del tambor
Es un corazón que late a herida abierta
En una sola instancia"

(Díaz Varín, Stella. Los dones previsibles. 1ª edición. Santiago: Cuarto Propio, 1992. p. 53)