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Altos y bajos en la gestión

La historia de la Sociedad de Escritores de Chile está iluminada por períodos en los que la corporación tuvo una participación activa en la vida cultural del país e, incluso, no dudó en alzar la voz para expresar su postura frente a asuntos que trascendían la actividad propiamente literaria. En su momento fue solidaria con los escritores peruanos, Ciro Alegría y José Santos Chocano, en la enfermedad del primero y fallecimiento del segundo, (Aguilera y Antivilo, p. 24), al igual que con otros escritores presos políticos (p. 26): "la Sociedad ha declarado su protesta pública en cada ocasión en que la ha visto conculcada en la persona de los escritores, igualmente ha gestionado y obtenido la libertad de escritores en Bolivia, el Paraguay y en Chile" (Espinosa, Januario, "Para qué sirve una sociedad de escritores", p. 17).

José Santos González Vera, director de la SECH, propuso que la Sociedad "se manifestara ante un artículo que publicó El Diario Ilustrado, donde se insulta a los socios Augusto D'Halmar y Mariano Latorre, por haber firmado un manifiesto que solicitaba la libertad del escritor cubano Jorge Marinelo, preso por la tiranía de Fulgencio Batista" (Aguilera y Antivilo, p. 25-6). A la vez, la SECH manifestó su rol activo al hacerse parte de la campaña que postuló al Premio Nobel de Literatura a Miguel de Unamuno (Aguilera y Antivilo, p. 25). En 1936 realiza un homenaje a José Martí.

Sin embargo, para Miguel Arteche la SECH "ha perdido la importancia que en otros años tuvo" (Riba, p. 7). Según Jorge Edwards, "la Sech tiene referencias interesantes para plantearse hacer cosas. Es un buen instrumento, pero está muy alicaído" (Riba, p. 7). Las elecciones de presidentes no han estado exentas de polémicas y descalificaciones entre quienes forman parte de la SECH y los escritores que no son miembros.