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Condiciones ambientales

Hacia 1875, el intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna, señalaba que la ciudad se encontraba entre dos basurales, sus calles no estaban empedradas y sus acequias tampoco. Cada media cuadra había docenas de perros y gatos muertos y hasta asnos podridos en el lodo. Todavía en 1910, El Mercurio señalaba "no creemos que exista en el mundo una aglomeración humana en las condiciones más horribles que por las que atraviesa Santiago". Además muchos testimonios demuestran que la higiene personal era mínima. Incluso entre las clases pudientes. Por ejemplo, se solía escupir. De hecho había escupideros. En 1910, el profesor Valdés Cange publicó Sinceridad. Chile Íntimo, en el que describe algunos de los baños públicos de las ciudades de Chile. Por ejemplo, respecto al de Chillán, afirmaba que "era un lugar nauseabundo, a la ribera del estero de Las Toscas, que es la cloaca máxima de Chillán". Y sobre el agua potable de esa ciudad señalaba "es la más inmunda que cabe. Su toma, en el río Ñuble, más abajo de Pinto, pueblo cuyo cementerio se extiende bordeando poéticamente ese mismo río, el cual a veces lo arrasa y lleva consigo ataúdes y cadáveres".

En el contexto internacional, desde mediados del siglo XIX se había comprobado la estrecha influencia de la construcción de alcantarillados en la disminución de las enfermedades y los índices de mortalidad. En Berlín, en 1872, la mortalidad era de 32 por mil y con la construcción del alcantarillado había bajado a 20 por mil en 1895. La fiebre tifoidea que era de 9 por mil había bajado a 1 por mil. En Buenos Aires la mortalidad bajó de 32 por mil a 16 por mil con la construcción de alcantarillado a fines del siglo XIX. En todo caso, en Chile esta situación no era desconocida por los sectores dirigentes. Prueba de ello son las iniciativas legales que se tomaron a fines del siglo XIX. Sin embargo, aparentemente no existía plena conciencia del problema que se estaba enfrentando y de la necesidad de atacar el fondo de la situación, es decir, las condiciones ambientales de las áreas urbanas del país. Por ello, los proyectos de saneamiento urbano fueron postergados, tomándose otro tipo de medidas como la construcción de hospitales a pesar que con ello las epidemias y enfermedades no sólo no disminuían sino que tendían a aumentar.

Sólo a partir de 1945 el gasto en obras de higiene ambiental se hizo cada vez más importante. Así por ejemplo, en 1947, el gasto en agua potable y alcantarillado fue de 135 millones mientras que en 1951 fue de 453 millones. En torno a 1945 se generó una conciencia colectiva a nivel latinoamericano respecto de la gravedad del problema de la carencia de sistemas adecuados de agua potable y alcantarillado. En este contexto el Instituto de Asuntos Interamericanos de Washington cedió cinco millones de dólares para iniciar trabajos de saneamiento en diversas ciudades del país, lo que permitió la ejecución de 17 proyectos. Posteriormente, bajo diversos programas de gobierno, entre 1960 y 1990, se realizaron importantes inversiones que permitieron ampliar notablemente la cobertura de agua potable y alcantarillado en los diversos centros urbanos del país lo cual coincide con el más notable descenso de las tasas de mortalidad en el país.