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Rosamel del Valle

"El poeta trabaja su piedra, la piedra en que se anidan las angustias misteriosas, esa especie de eco de nosotros mismos que circula a menudo a mucha distancia de nuestras preocupaciones. Es el llamado, la correspondencia mágica con el cuerpo del mundo en permanente unidad con nuestro cuerpo y nuestro espíritu que tanto irrumpe en la fe del creyente como en el estremecimiento del que duda, ambos despiertos y atentos a órdenes mayores. En el primero puede ser la voz del dios generoso o colérico, pero en el otro no puede tratarse, sino de la inicitación a la rebelión, a la búsqueda insobornable, a la siga del acto de Prometeo. Ni aceptación ni adoración totales, sino duda. ¿No hay un instante en que se sienta la necesidad de tocar el abismo? ¿Perdición? ¿Salvación? Ambas pertenecen también y de manera irrefutable a la poesía...", Rosamel del Valle. La violencia creadora.