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Tarapacá

Durante los últimos siglos prehispánicos, una importante variedad de sitios incaicos fueron impuestos en los valles y oasis ocupados por el complejo Pica-Tarapacá, una región nombrada tempranamente por los kipukamayos del Cuzco a los españoles.

Al igual que en Arica, el Qhapaq Ñan articuló localidades en sentido longitudinal y transversal: Tarapacá Viejo en el curso bajo de la quebrada homónima, Guayaquil en la quebrada altoandina de Nama, el tambo de Corralones camino a Chusmisa e Inkaguano cerca de Cariquima, el Capacocha de Cerro Esmeralda y la mina argentíferas de Huantajaya parecen haber estado bajo control incaico.

En las localidades de Pisagua, Pica, Guatacondo y El Tojo fueron intervenidos sectores funerarios, mientras que en las cumbres tutelares de Isluga, Quebe y Chiapa los santuarios de altura locales. En el ámbito altiplánico se encontraba la enorme estancia de Choquecollo en Enquelga con más de 100 hectáreas y más al sur el centro minero de Collahuasi frente al imponente cerro Pabellón del Inca. Este último se articulaba con otros sitios extractivos y desde aquí salía un camino que llevaba a las nacientes del río Loa, en Miño. La cumbre de este volcán custodiaba dos asentamientos incaicos, los que fueron edificados inmediatamente sobre la vía para controlar la ruta que ingresaba a Atacama.