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La Quintrala

La Quintrala, novela ambientada en el siglo XVII, narra la historia de doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, más conocida como la Quintrala. Para su escritura, Petit se inspiró en la obra de Benjamín Vicuña Mackenna, titulada Los Lisperguer y la Quintrala, donde por primera vez se divulgó la historia de este mítico personaje de la Colonia en Chile. A diferencia de Vicuña Mackenna, quien redujo la dimensión erótica e irreverente de la Quintrala, Petit retomó "las consabidas ideas prejuiciosas acerca de la mujer: diabolismo, irreverencia pecado, instinto criminal, atavismo, originadas -manteniendo las proporciones correspondientes con el estatuto de la leyenda y la sociedad patriarcal- en el texto de Vicuña Mackenna". (Juan Gabriel Araya. "Aproximaciones a la narrativa de Magdalena Petit", Cauce (Chillán), (69): 25-27, primer semestre, 1995). Asimismo, la autora presentó rasgos de subjetividad en cuanto al manejo de la relación entre Catalina y Fray Pedro. Del mismo modo, propuso que fueron los prejuicios feudales los que impidieron la realización de las aspiraciones amorosas de Catalina y provocaron los arranques pasionales que produjeron la ruptura con la estructura social que la aprisionaba.

Después de Magdalena Petit, otros autores se sintieron encantados por este personaje y escribieron su propia versión del mito. Así, por ejemplo, Mercedes Valdivieso escribió Maldita yo entre las mujeres, y se situó, según Juan Gabriel Araya, "en la interioridad del sujeto, la construyó más persona que personaje, otorgándole una dimensión erótica más natural al relacionarla con un mestizo igual a ella" ("Aproximaciones a la narrativa de Magdalena Petit", Cauce (Chillán), (69): 25-27, primer semestre, 1995). Por su parte, Gustavo Frías publicó Tres nombres para Catalina: Catrala. Mención especial merece Joaquín Edwards Bello, quien desacralizó por completo la figura de la Quintrala en su novela La Quintrala, Portales y algo más. Para Edwards, su diagnóstico de este personaje fue el siguiente: "irritación nerviosa por el mestizaje germano indio; educación restrictiva; sobreestimación, aislamiento y crueldad en el hogar; padres estrictos y de etiqueta; desconocimiento de las realidades materiales a causa del aislamiento en que la mantuvieron sus padres, hasta el punto de producir en ella un movimiento alocado de rebeldía, de inquietud y de curiosidad por el hombre (...) ¿Era bonita la Quintrala? ¿Era enamorada y lujuriosa? El Sherlock Homes que dormita en nosotros me dice: "la Quintrala no fue bonita, ni lujuriosa' " ("Carácter de la Quintrala", La Nación, 17 de junio, 1948, p. 15).

Sin disminuir importancia a todo el resto de su obra, es La Quintrala, la que permitió a Magdalena Petit insertarse de un modo más frecuente en el espacio de la crítica literaria chilena. En su época, el éxito alcanzado por la novela se debió, en parte, a que contó con el respaldo de Hernán Díaz Arrieta (Alone) y, también, porque fue llevada al teatro en 1937.