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pinturas murales

La rotonda del segundo piso del sector Alameda de la Biblioteca Nacional alberga tres pinturas murales de dos conspicuos artistas nacionales. En los paneles ubicados sobre las escaleras laterales están las dos pinturas de gran formato que integran la Alegoría de las Bellas Artes, obras encargadas por la institución en 1925 al pintor Arturo Gordon, quien las concluyó en 1929 (Archivo Nacional, Fondo Ministerio de Educación, Vol. 4465). El conjunto está compuesto por dos óleos sobre arpillera de trama abierta, de 330 cm de alto por 297 cm de ancho, el de la izquierda consagrado a las Letras y el de la derecha, a la Música (Maturana, Lilia. "Alegoría de las Bellas Artes", p. 38).

Apartándose de sus características escenas vernaculares, Gordon revive aquí motivos de la iconografía clásica, a los cuales imprime su particular sello plástico: "la pincelada corta, interesante, y el ardor con que estudia las estilizadas figuras, la justeza del color en el conjunto de efecto atmosférico (...). Todo ello bajo la luz resplandeciente de su gama apastelada. La forma épica con que está tratado el tema, de serena sencillez y paz, nos evoca las lánguidas figuras de Puvis de Chavannes" (Melcherts, Enrique. Arturo Gordon Vargas, pág. 27).

Antes de ejecutar la obra definitiva, el autor presentó los bocetos al Salón Oficial de 1926, certamen en el cual obtuvieron Primera Medalla en la categoría de Pintura Decorativa. Según Enrique Melcherts, "las distinciones alcanzadas por el maestro y el entusiasmo que despertaron sus pinturas murales, determinaron su designación por el Gobierno para que decorara el pabellón de Chile en la Feria Internacional de Sevilla en 1929" (op. cit., pág. 19).

Al fondo de la galería central se encuentra un Paisaje cordillerano pintado por Alfredo Helsby. El óleo, ejecutado sobre una tela de amplias proporciones, adosada directamente al muro, permite apreciar la sensibilidad del autor para captar las variaciones atmosféricas y cromáticas de los escenarios naturales, cualidad que lo convirtió en uno de los más destacados paisajistas chilenos.

Las tres obras configuran un complejo visual armónico, perfectamente articulado por los elementos arquitectónicos que les sirven de marco y por el diálogo cromático y la común alusión al paisaje que entre ellas existe.