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Patricio Bunster Briceño

Tras cursar cuatro años de Arquitectura a principios de los años cuarenta, Patricio Bunster resolvió abrazar su vocación más profunda e integrarse a la escuela de danza del Instituto de Extensión Musical de la Universidad de Chile. Pronto se convirtió en primera figura del Ballet Nacional Chileno y en calidad de solista asumió los roles protagónicos de Coppelia y Rey Dosselbart, las primeras producciones de la compañía.

Su progreso como intérprete fue in crescendo y a fines de la década del cuarenta fue dirigido por Kurt Jooss en el remontaje de sus principales coreografías en Santiago. Dado el alto desempeño que mostró en La mesa verde en el rol de la Muerte -entre otros trabajos- fue escogido por el director alemán para completar su formación en Essen.

Bunster partió a Europa interesado en aprender los fundamentos teóricos de la técnica que se había difundido en Chile y por esa vía terminó en la escuela de Sigurd Leeder en Londres, durante ocho meses de 1953, donde conoció a la bailarina Joan Turner, con quien se casó y viajó de regreso al país para asumir un cargo directivo en el Ballet Nacional que lo hizo responsable de las giras del grupo.

Pronto estrenó su primera pieza, Bastián y Bastiana (1956), que le dio confianza como coreógrafo para comenzar a investigar en su propio lenguaje, el que maduraría en Calaucán (1959).

Su carrera académica lo llevó a impartir clases de improvisación y movimiento actoral en la Escuela de Teatro y a involucrarse en algunas producciones de los teatros universitarios, como Marat Sade, El círculo de tiza caucasiano y Fulgor y muerte de Joaquín Murieta. Su veta de actor le acompañaría siempre. Prueba de ello fueron las frecuentes incursiones en el cine, especialmente en la última etapa en que figuró en los créditos de las películas La frontera (1991), El chacotero sentimental (1999) y Sub Terra (2003).

Militante del Partido Comunista desde los años cincuenta, estuvo estrechamente ligado al movimiento estudiantil de la Reforma Universitaria de 1968 y más tarde participó activamente en las labores de extensión del gobierno de la Unidad Popular.

El golpe de Estado de septiembre de 1973 lo sorprendió trabajando en un espectáculo de grandes proporciones, Los siete estados, junto a Víctor Jara y el Ballet Nacional, pero debió exiliarse por once años en Alemania Oriental. Durante ese período dirigió una treintena de montajes en teatros de Dresden, Weimar, Berlín, Rostock y Frankfurt, además de impartir clases. A esa etapa corresponden las piezas Tui Sum, Saludo para Amadeo, Porque tenemos sólo una vida y Relumbrará su sombra. También fue invitado a Cuba, Inglaterra, México, Noruega y Costa Rica.

De vuelta en Chile, a mediados de los 80, retomó su colaboración con el Ballet Nacional como coreógrafo invitado, dando origen a La vindicación de la primavera. Paralelamente, reforzó el movimiento de la danza contemporánea junto a Joan Turner en la academia Espiral, que se convirtió en su centro de operaciones hasta morir el 24 de septiembre de 2006.

A lo largo de su vida cosecho un vasto número de distinciones, tanto en Chile como en el extranjero: Premio Municipal de Arte, Orden al Mérito Gabriela Mistral, Miembro de la Academia de las Artes de Berlín, Miembro de la Academia de las Artes de Sajonia, Premio Altazor y medalla "Danzante", entregada por la sociedad mexicana de coreógrafos.