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perfil identitario

La cuarta década del siglo XIX y su población rigurosamente distribuida en respectivos cerros según estrato social y/o origen geográfico, configuró la mentalidad de Valparaíso hacia lo cosmopolita, con un resultado en principio altamente dicotómico.

Representación concreta de ello ha sido siempre su abigarrada urbanización. La literatura porteña es fiel retrato de tal característica repleta de contrastes sociales, sicológicos y antropológicos.

Ejemplos de ello están en Joaquín Edwards Bello y su En el viejo Almendral, Manuel Peña Muñoz con gran parte de su narrativa, en Adolfo Couve y El tren de cuerda, José Santos González Vera con Vidas mínimas, en varias importantes novelas de Manuel Rojas y algunas de Salvador Reyes.

Todas estas son solo algunas de las más importantes obras que con una u otra mirada, coinciden en dar cuenta de una convivencia de polos sociales dispares y aun extremos que en la apretada y drástica geografía porteña: "son un símbolo de la sociedad chilena" al decir de Edwards Bello en sus Crónicas.

Así mismo lo representó su diario principal, cuyo propietario en esos años fue el impresor catalán Manuel Rivadeneyra. "La historia de las letras de Chile le debe a Rivadeneyra un testimonio de eterno reconocimiento. No solo fue el dueño de El Mercurio de Valparaíso y protector de Sarmiento, sino que también editó algunos libros que más profunda influencia tuvieron en los escritores chilenos del siglo XIX (...) la influencia de Zorrilla y de Espronceda empieza a manifestarse en Chile con la edición que hace de sus obras la imprenta de El Mercurio, entre los años 1843 y 1844" escribió Fernando Alegría.

Sin embargo con la derrota final de las fuerzas Balmacedistas en Placilla y Cón-Cón (1891) se anticipó un comienzo del siglo XX porteño ideológicamente más conservador, ya anunciado con la creación del segundo diario de importancia en Valparaíso: La Unión (1885), vocero del Partido Conservador y del Obispado.