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Sirvientas

Una trabajadora doméstica (también conocida como sirvienta o criada) era quien trabajaba y en ocasiones vivía en la casa del empleador. Se diferenciaban de los siervos y de los esclavos en el hecho de que su trabajo se remuneraba en dinero o en distintas retribuciones como comida, techo, vestido y protección. En Chile colonial, así como en toda América Latina, el trabajo doméstico se impuso como una forma conocida por los españoles para asentar y contener dentro de sus dominios a aquellas poblaciones que no estaban estrictamente regidas por una norma laboral o de obediencia. De esta manera, el trabajo doméstico estuvo íntimamente relacionado con el ejercicio del poder y la ostentación del mismo, ya que se entendía que sólo los individuos más poderosos podían disfrutar de más sirvientes bajo su obediencia.

Aunque el trabajo doméstico no era una actividad exclusiva de las mujeres, fue en ellas en quienes recayó una normativa más rigurosa que vinculaba casa, protección y honor. A mediados del siglo XIX el servicio doméstico pasó a ser, incluso, una actividad a la que eran obligadas aquellas mujeres consideradas un peligro para la sociedad por haber vulnerado alguna de las normas morales o civiles oficialmente establecidas.

Las tareas principales de las sirvientas eran el lavado, el planchado, la preparación de alimentos, acompañar al jefe de la familia o a sus hijas a pasear o recrearse, la limpieza de la casa y el cuidado de los niños o las personas desvalidas. En muchas ocasiones, también eran obligadas a prestar servicios sexuales a sus patrones y los hijos de ellos.

En el caso de las mujeres esclavas, el trabajo doméstico no era remunerado. A negras, mulatas, zambas, cuarteronas, entre otras, se les hacía participar desde muy temprana edad en los quehaceres de las casas, lo que se consideraba como parte de su aprendizaje. Además de las actividades ya mencionadas, fue habitual emplear a estas niñas como compañeras de paseos o visitas que realizaba sus amas o las hijas de éstas a los centros religiosos. También estaban las recaderas, a quienes se les encomendaba el envío de mensajes confidenciales. Las recaderas más confiables se llamaban sirvientas de razón.

El servicio doméstico ha estado tan vinculado al género femenino que hoy en día representan un gran porcentaje de las mujeres activas laboralmente, quienes se han organizado con el fin de conseguir mejores garantías a sus derechos como trabajadoras.

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