Subir

Raza y género

Nuevos criterios de orden social se instalaron en el Nuevo Mundo a partir de la Conquista, los que estuvieron sustentados en el principio de la limpieza de sangre que, adaptada al contexto colonial, suponía la diferencia entre viejos y nuevos cristianos, es decir, la distinción entre españoles y poblaciones autóctonas o africanas. En este imaginario colonial, los españoles se autodefinieron como los verdaderos portadores de los valores y principios del catolicismo, por lo que tendieron a conservar la castidad de sus mujeres como la prueba más concluyente de su limpieza de sangre y la pureza de su fe, lo que se materializaba en su continuidad como exponentes del modelo moral y religioso imperante y su cohesión como grupo detentador del poder. Por otra parte, el honor, concebido como un don natural de la gente noble, devino en América en la protección, sobre todo, de la virginidad de las mujeres, portadoras indiscutidas -por su rol biológico de procreadoras- de la verdadera limpieza de sangre. En este contexto, no fue extraño que en el siglo XVI y XVII el honor fuese el capital simbólico más defendido y que más contribuyó a la instauración del encierro como un mecanismo de vigilancia hacia las mujeres.

Al contrario, hacia las mujeres no españolas fueron válidos otros tipos de comportamientos derivados de las experiencias de conquista y colonización. Es decir, fueron bastante comunes prácticas como el rapto, la violación y la subordinación de las mujeres nativas y esclavas a quienes el grupo español no aplicó los mismos códigos de honor que a las mujeres españolas. De esta forma, se estableció una jerarquía social determinada por las relaciones entre los géneros y, a su vez, por las jerarquías raciales, esquema según el cual las mujeres no españolas sufrían una doble segregación: de género y de raza. Una de las manifestaciones más importantes de esa desigualdad fueron los hijos ilegítimos a quienes se incorporó a los estratos más bajos de la jerarquía colonial, relacionándolos con los trabajos domésticos y manuales, perfilándose así la condición ilegítima con un componente mestizo y servil.