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Cocineras, amasanderas, alojadoras

Las cocineras o "vivanderas" eran mujeres que se emplearon en la elaboración y venta de los más diversos productos comestibles y bebestibles como pan, empanadas, frituras de todo tipo, cazuelas, frutas, verduras, helados, pasteles y bebidas alcohólicas, los que ofrecían al público en sus mismos cuartos o ranchos, en pulperías o chinganas, en las calles o plazas, acompañando la venta con diversas entretenciones como cueca, baile, canto y juegos. En todos estos productos se mezclaron las más variadas tradiciones culturales que dieron por resultado los sabores y olores de la comida chilena. Tal fue la fama de ellas que en siglo XIX estos puestos de venta se conocieron como "ramadas", quedando así asentados en las tradiciones festivas de los chilenos.

La harina, que era surtida a la ciudad a través de diferentes molinos que poseían personas particulares o congregaciones religiosas, llegaba a manos de mujeres quienes, finalmente, producían el pan del que se alimentaba toda la ciudad. Ellas eran las amasanderas que trabajaban de forma independiente o subordinadas a los dueños de alguno de esos molinos. La relación entre la producción de pan y mujeres era de tal trascendencia que en el siglo XVIII el alimento era conocido como "pan de mujer" y era distribuido en las pulperías, chinganas, instituciones públicas o casas particulares, o se vendía en las calles, plazas, mercados o caminos. Debido a la importancia que adquirieron, las actividades de las amasanderas fueron reguladas por las autoridades coloniales a través de distintos bandos o disposiciones.

Finalmente, desde el siglo XVIII muchas mujeres que estaban en posesión de algún rancho o casita, aprovecharon de ganar algunos pesos extra ofreciendo alojamiento a los peones que circulaban por el territorio en busca de mejores oportunidades. Ellas fueron llamadas por las autoridades como aposentadoras de vagos, ladrones y malhechores, y fueron duramente criticadas por el tipo de relaciones que mantenían con algunos de estos hombres tratándolas de prostitutas, adúlteras o corrompidas. Lo cierto es que, dado el clima de inestabilidad de la masa popular masculina, esta fue una estrategia más de sobrevivencia para muchas mujeres.

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