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Nueva Historia Social

"En el Reino Unido, un grupo de historiadores exiliados (encabezados por Leonardo León, Luis Ortega y el que suscribe) intentaron, desde 1981, echar las bases de una 'nueva historia', que superara las limitaciones de la historiografía conservadora, marxista y academicista, tanto en lo que se refiere a su relación con los enfoques y métodos de las ciencias sociales, al modo de construir los conceptos y al enfoque teórico, a su inserción activa en los debates contemporáneos, como también a su capacidad de integrar las preguntas de la base social." Gabriel Salazar, "Historiografía y Dictadura en Chile: búsqueda, dispersión e identidad". En La historia desde abajo y desde adentro. Santiago: Universidad de Chile, 2003, p. 111 - 112.

La llamada Nueva Historia Social chilena es una corriente historiográfica que postula la necesidad de analizar los procesos económicos y sociales desde una óptica cultural, utilizando un enfoque "desde abajo" y "desde adentro". Es decir, intenta insertarse en la vida cotidiana de los sujetos comunes y corrientes.

Este movimiento historiográfico se produjo como resultado de los cuestionamientos políticos surgidos luego del Golpe de Estado del general Augusto Pinochet en 1973, proceso reforzado por la crisis teórica que sufría el marxismo clásico a nivel internacional en ese entonces. Este corriente implicó un proceso revisionista y renovador que se realizó en el exilio, y cuya principal tribuna fue la Revista Nueva Historia. Además, estuvo influenciado por las propuestas del historiador británico Edward Palmer Thompson.

Fundada hacia 1985, la Nueva Historia Social no tiene solamente una dimensión académica, sino que una proyección política. En palabras de Miguel Antonio Fuentes, lo que se pretendía era "la búsqueda de un sujeto popular que hiciera carne el proyecto popular" (Fuentes, Miguel. "Gabriel Salazar y la nueva historia. Elementos para una polémica desde el marxismo clásico. Exposición y debate", Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia. 2007, p.59.). De esta forma, la producción de conocimiento no pudo desligarse del fortalecimiento de una propuesta política. En otras palabras, la historia debe activar la capacidad cívica de los sujetos.

Desde esta perspectiva, la lucha no debía focalizarse en las calles por medio de las protestas, sino que, más bien, en la transmisión de un nuevo conocimiento tendiente a activar la conciencia. Salazar ha explicado este cambio ocurrido en Inglaterra: "Lo esencial no estaba en crear nuevos aparatos, sino insertarse en el mundo popular a través de la memoria. Lo que había que potenciar era el pueblo, en base a una reeducación" (Gutiérrez, Akuarela, Xochilt Inostroza, Rodríguez, Andrés y Zapata, Alex, "Entrevista al historiador Gabriel Salazar", Pensamiento Crítico, (3), 2003, p. 9)

Por esta razón, esta nueva corriente historiográfica se plantea como una superación de la escuela marxista chilena y sus figuras Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea, Marcelo Segall-, a quienes critican por su excesiva orientación ideológica en el análisis de la historia de los trabajadores, aunque los reconocen como los precursores de la historia social obrera.

Si bien son varios sus fundadores e integrantes -Leonardo León, Luis Ortega, Julio Pinto Vallejos, Sergio Grez y María Angélica Illanes, entre otros- se reconoce a Gabriel Salazar como uno de sus líderes más mediáticos, puesto que ha sido él quien ha desarrollado teórica y metodológicamente esta corriente con mayor profundidad y continuidad,

No se trata, en todo caso, de un movimiento hermético y cerrado. Sus integrantes han sostenido varias divergencias. Una de ellas la protagonizaron Gabriel Salazar y Sergio Grez y se centró en dos planos: el rol de la política en el análisis de los movimientos sociales chilenos y, también, la noción de "historia desde abajo". Estas diferencias son visibles en el artículo académico de Grez "Escribir la historia de los sectores populares, ¿Con o sin política incluida? a propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)".