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Niños de los pueblos indígenas

No hay indicios directos de los métodos de crianza entre los indígenas en el Chile colonial. La documentación proviene de los cronistas españoles, quienes percibían las prácticas sociales desde su particular experiencia. No obstante, sus testimonios permiten una aproximación.

Gerónimo de Vivar menciona en su crónica de 1558 que los indígenas que habitaban entre el Itata y el Toltén acostumbraban colocar distintos nombres a lo largo de la vida: uno al nacer, otro cuando "son de edad de doce y quince años", y nuevamente a los 30 ó 31 (Gerónimo de Vivar. Crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile: tomo II [1558], p. 156). El padre Luis de Valdivia menciona algo similar, en un texto del siglo XVII, aunque distingue seis cambios de nombre: para el "niño que mama"; para el "muchacho o muchacha que comienza a servir para algo"; un tercero a partir de los doce años hasta que se casa; una nueva denominación para el hombre o la mujer casada; otro para el hombre o la mujer de 30 o 40 años; y finalmente otro para el anciano o la anciana (Horacio Zapater, Aborígenes chilenos a través de cronistas y viajeros, p. 67). Al parecer, estas prácticas de denominación tenían su origen en el sentido mágico que se le atribuía al nombre.

Relatos coloniales y de la época republicana hablan de la libertad que tenían los niños en la sociedad mapuche. Tempranamente comenzaban a integrarse a las labores de las comunidades, lo que incluía su participación en labores domésticas, agrícolas y de pastoreo.