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Punto de convergencia

Sin duda uno de los puntos de encuentro de esta generación fue la música, la que reflejó el interés compartido por lo extranjero y lo nacional: "Escuchábamos a Joan Báez, a Dylan, al primer Serrat, los clásicos Iracundos con un golpe a la cátedra cada dos años. Cuecas que iluminan Valparaíso, o el olvidado Santiago, con sus prístinas noches fumando marihuana por Macul. Pero por sobre todo, por encima de las más altas cumbres, a Los Beatles" (Carlos Olivárez. Los Veteranos del 70: antología. Santiago: Ediciones Melquíades, 1988. p. 8).

Por otra parte, presentaron una posición crítica similar con respecto a la situación política y social de América Latina, aunque a veces hubo divergencias sobre Cuba. De este modo, sin convertirse en el estereotipo de escritores comprometidos, frecuentemente entregaron sus opiniones: "Los autores narran sin concesión, sin pudor, esgrimiendo todos los niveles de vida, a veces con una violencia verbal feroz, con el estallido de garabato que, sin duda, es una de las herramientas que emplea el chileno para enfrentarse a los combates serios de la existencia" (Manuel Miranda en Ramiro Rivas. "La Novísima generación o generación del 70", Pluma y Pincel, (14): 71, abr-mayo, 1984).

En el ámbito literario, fue la preocupación por el lenguaje y las técnicas textuales lo que los unió en una discusión común. Distanciándose de los moldes anteriores, la verdadera renovación de este grupo estuvo en dicha área, tal como lo explicó Ramiro Rivas: "Estos narradores dan sepultura al seudo-lirismo, al seudo-filosofar, o la maraña metafísica, al constante falseamiento de la historia, a la adoración mitificada de la anécdota. En su gran mayoría dejaron atrás los caducos moldes del narrador omnisciente. Se dejó de narrar el exterior, desde esa atalaya que todo lo abarca. Se puede utilizar la temática urbano-social, por ejemplo, sin que el autor esté tomando partido o dictándonos cátedra insistentemente, como la Generación de 1938 (en este aspecto la Generación de 1950 fue más positiva). La corriente de conciencia, el lenguaje vivencial; el propio lenguaje coloquial con altura estética, ausentes en nuestra narrativa predecesora; la desacralización de un sinnúmero de mitos, la paleteada final a un esteticismo ramplón y cursi; el lenguaje oral con todas sus alternativas, con todo su descaro; el erotismo sin falsas mamposterías morales todo este cúmulo de enumeraciones cobra vitalidad y frescura en estos nuevos narradores chilenos" ("La Novísima generación o generación del 70", Pluma y Pincel, (14): 71, abr-mayo, 1984).

Los escritores de esta promoción compartieron bastante, reuniéndose con frecuencia en lugares como el Pedagógico, en cafés, en el Taller de Escritores de la Universidad Católica y en un sinnúmero de congresos. Asimismo fueron colaboradores de las revistas Trilce, Arúspice, Ancora, Aisthesis, Litoral, Quilodrán, Dilemas, Tebaida, Árbol de Letras, Cormorán, Signos y La Quinta Rueda.