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Habanera

La habanera se conoció en Chile aproximadamente en 1870, luego de recorrer México, Venezuela, Colombia, Perú y Argentina. El investigador argentino Carlos Vega, en su libro El origen de las danzas folclóricas menciona que esta danza se consagró primero en los salones de la aristocracia y posteriormente fue adoptada en los salones de la clase media llamados "salones de medio pelo".

En 1908 se editó el libro Tratado de baile, de Franco Zubicueta que indicaba cómo se debía comportar cada participante en una tertulia y cómo era la forma correcta de bailar las danzas de salón, estas indicaciones estaban acompañadas de dibujos de parejas realizando algún giro, el vestuario correspondiente o el cómo se debían poner los pies.

En este libro el autor describe la habanera del siguiente modo: "Danzas de parejas enlazadas, de pasos graciosos y voluptuosos movimientos. Consta de tres pasos ejecutados al compás de 2/4, y de varias figuraciones. Pueden ser una o varias parejas, su colocación está en relación con el número, así, si hay dos forman 'vis a vis', si hay cuatro se colocan formando un cuadrado, y si hay más, en dos hileras [...] Al ser ésta una música lenta se baila con mucha suavidad y suma cadencia en todos los movimientos, el rostro debidamente alegre. [...] La coreografía va íntimamente ligada a la música, el bailarín la escucha haciendo una interpretación plástica de ella. Es necesario escuchar para lograr la unidad perfecta" (Zubicueta, Franco. Tratado de baile. Santiago: Imprenta Litografia i Encuadernación La Ilustración, 1908).

La habanera en su forma danzaria sólo tuvo presencia fuerte en las ciudades. Los centros culturales importantes del país donde emergió esta danza fueron Santiago, Valparaíso, Iquique, Antofagasta y La Serena. Su vigencia social abarcó cerca de veinte años, cayendo en el olvido alrededor de 1930.

Sin embargo en su aspecto musical traspasó la barrera del tiempo y espacio difundida en forma oral al interior de las familias que en alguna época cantaron y bailaron esta danza. Actualmente la habanera no tiene vigencia social en forma de danza, aunque sí tuvo un proceso de folclorización en su aspecto musical.

Un ejemplo muy representativo de este proceso es la habanera "El paletot" cuyo autor fue C. Carobbi. Margot Loyola conoció dos versiones distintas de esta habanera ya folclorizada como tonada chilena, una en Quinchamalí el año 1950 y la otra en Putú en el año 1968; ambas acompañadas de guitarra.

La investigadora e intérprete de folclor chileno, Margot Loyola, da su testimonio sobre esta danza: "Escuché la primera habanera en Linares, en la voz de mi madre que las entonaba por esparcimiento, por goce estético, con guitarra o piano. Aprendí de ella 'El volcán' y 'Horas de luto', que al parecer fueron muy populares pues se conservan hasta nuestros días en la memoria de no pocas personas, en versiones similares. [...] La habanera, en su forma danzaria fue en nuestro país poco difundida, los antecedentes recogidos en fuente viva que he logrado obtener, atestiguan que era danza de pareja enlazada, con sencillo paso de tango".

La difusión de esta música fue mediante las partituras impresas y distribuidas por conocidas casas de música de la época. Algunas de las editoriales y casas de música de Valparaíso fueron Carlos Brandt, Mettehn & Grimm, el Almacén de Música de Pablo Bas y C. Kirsinger y Compañía. También las estudiantinas tuvieron un importante rol en la difusión de esta danza a partir de 1884. El investigador Ramón Andreu señala en sus estudios que "la Estudiantina Española Fígaro presentó esta novedosa sonoridad con bandurria, mandolinos y guitarras, acompañadas de violines, violoncellos, ocasionalmente flauta traversa y percusión (panderos y caja redoblante)" (Peña Muñoz, Manuel. De juglares, trovadores, tunos y estudiantinas. Santiago: FONDART, 1994).