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Compositores coloniales

Entre los siglos XVI y XVIII, los principales centros musicales de América estaban ubicados en la catedral de México (Ciudad de México, Puebla, Oaxaca y Morelia), catedral de Guatemala, Santiago de Cuba y La Habana, catedral de Santa Fé de Bogotá, catedral de Caracas, catedral de Quito (y otras ciudades) y, particularmente, en el Virreinato del Perú (Cuzco). En estos centros, monasterios y conventos, se mantenía música para el culto, las fiestas religiosas y las procesiones, además de otras actividades musicales destinadas a la adoración divina.

En estas iglesias trabajaban los maestros de capilla, dirigiendo sus orquestas y coros, enseñando el repertorio del culto o educando a los músicos. Los compositores que escribían música para los oficios y el calendario litúrgico provenían de España, Italia o bien de la misma América. De estos países llegaba la música de compositores de primer nivel en plenitud de su actividad creativa, como Cristóbal de Morales (ca.1500-1553), Francisco Guerrero (1528-1599), Tomás Luis de Victoria (1548-1611), Arcangelo Corelli (1653-1713), Antonio Ripa (ca.1720- 1795), Antonio Soler (1729-1783) o José de Nebra (ca. 1688-1768), considerado en América como la gloria del arte español del siglo XVIII.

A la creación de estos artistas se agregaba la música (religiosa y profana) que escribían los compositores que trabajaron en alguna de las iglesias de América, ya sea provenientes de España e Italia o naturales de la región. Es el caso de los españoles Juan de Araujo (español, 1646-1712), maestro de capilla de las catedrales de Lima, Cuzco y La Plata (Sucre), Tomás de Torrejón y Velasco (español, 1644-1728), maestro de capilla de la catedral de Lima (1676) y sus sucesores, el italiano Roque Ceruti (m. 1760) (maestro de capilla en 1728) y el criollo peruano José de Orejón y Aparicio (1705-1765), discípulo y continuador de Ceruti en 1757.

Se sabe de la existencia de otros compositores de igual importancia. Entre ellos se encuentra el español Gutierre Fernández Hidalgo (ca.1553-1620), quien además de haber sido maestro de canturrias del Seminario conciliar de San Luis en Bogotá, ejerció como maestro de capilla en la catedral de Quito (Ecuador) y la catedral de La Plata (Sucre). Sobresale también el bogotano Juan de Herrera (ca. 1665-1738), quien entre 1702 y 1703 obtuvo la plaza de maestro de capilla de la catedral de Bogotá -ostentándola durante 35 años- y Fray Esteban Ponce de León (ca. 1692-175?), que ofició como maestro de capilla (ca. 1750) de la Catedral del Cuzco.

Un poco más al sur, en Santiago de Chile, el barcelonés José de Campderrós que, según los nuevos hallazgos del musicólogo chileno Alejandro Vera en 2004, muriera en 1811, ejerció la maestría de capilla (1793) luego de haber estado en Lima, desde donde trajo un legajo importante de música de compositores del país hermano.

Otros nombres de compositores criollos importantes de la región son los de Antonio Durán de la Motta, maestro de capilla de la catedral de Potosí (Bolivia) cerca de 1712, Gaspar Fernández (Guatemala), Hernando Franco, Juan Gutiérrez de Padilla y Manuel de Zumaya (México), Esteban Salas (Cuba) y Domenico Zipoli (Córdoba, Argentina).