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dirección de los asuntos domésticos

En los albores del siglo XX, uno de los deberes centrales de las mujeres de elite era proporcionar a su familia un hogar cálido y organizado. Si bien disponían de un numeroso personal de servicio en sus residencias, la administración y vigilancia de los quehaceres domésticos estaban bajo su responsabilidad.

Era su responsabilidad velar por la regularidad en los horarios de comida, la limpieza y el orden de la casa, así como también enseñar a los empleados el manejo de una rigurosa etiqueta al momento de atender a los frecuentes invitados. Para dominar el buen tono en la recepción de visitas y comensales, las mujeres de elite leían desde niñas manuales de urbanidad, entre los que destacaba el mentado manual de Manuel Antonio Carreño.

Luego de casadas, revistas como Familia eran fuente de útiles consejos que podían garantizar el éxito de los compromisos sociales y la admiración de sus esposos. La preocupación por la decoración de la casa y la ejecución de piezas musicales en el piano para el deleite de parientes y amistades, también eran actividades que contribuían a crear la preciada atmósfera de bienestar en el hogar.