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Explotación minera

La minería colonial solía iniciarse con el descubrimiento de una veta por parte de los denominados "buscones" o cateadores. Una vez denunciada y obtenida la autorización para su explotación, se instalaba un campamento (una choza de totora, con unos cuantos animales y provisiones) y comenzaba una explotación que por lo general no se apoyaba en otro conocimiento y técnica minera que la tradición. En el interior de la mina trabajaban los barreteros, que seguían la veta colocando los tiros de pólvora. El mineral era en seguida sacado por peones llamados "apires", quienes cargaban en sus espaldas capachos de cuero que contenían hasta 80 kgs. de mineral que, una vez en la superficie, se depositaba en las canchas, donde era triturado con combos de madera o hierro y seleccionado.

En el ámbito propiamente metalúrgico, los minerales de cobre se beneficiaban en los llamados "ingenios" o "haciendas de beneficio", que se ubicaban cerca de las minas y consistían en varios hornos de manga, o fuelles, rudimentarios. Con este procedimiento sólo era posible fundir los carbonatos y óxidos de cobre, limitando en consecuencia la explotación minera a las capas más superficiales de un yacimiento. Una vez que se llegaba al nivel de los sulfuros, la mina era declarada "en broceo" y abandonada. Los minerales de plata, por su parte, seguían beneficiándose en "trapiches" de acuerdo a la técnica de amalgamación con mercurio adquirida de Potosí en el siglo XVI.