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Nacida en Santiago en 1916

"Crecer sin madre me hizo distinta desde el comienzo", dice, explicando que su situación biográfica la llevó a "no depender de nadie" y a "hacer siempre más o menos lo que quise". Entre otras cosas, por ejemplo, haber decidido a los cinco años que lo suyo era la pintura: "Lo que nunca entendí fue por qué... no tenía a nadie en la familia que me hablara de arte, ni tenía edad para entender lo que podía significar eso, pero esperé hasta que llegó el momento".

Sus primeros años los pasó en el campo familiar de El Castillo, hoy La Granja, en una gran casona dividida en dos sectores. En uno, vivía ella junto a su padre y su abuela. En el otro, vivía su tío, medio hermano de su madre con su familia. "Yo era feliz en el campo; corría y eso me encantaba, me subía a los árboles y me desaparecía allí toda la mañana, nadie se enteraba mucho de lo que yo hacía".

Cuando estaba por cumplir los seis años "mi papá se casó para que yo tuviera una madre y tuve tres medio hermanos".

Recuerda: "Fui interna a las monjas inglesas primero y de ahí me sacaron porque el doctor le dijo a mi papá que o me sacaban luego de ahí o me iba a enfermar. Hacía lo que me daba la gana. Entonces me pasaron, también interna, a las monjas francesas, que fue mucho mejor para mí porque había piscina y nos bañábamos hasta dos veces al día, regábamos los árboles que estaban plantando las monjas y tengo muy buenos recuerdos".

La soledad la ha acompañado siempre y, dice, "no sé cómo habría sido mi vida si las cosas se hubieran dado de otra manera, no me lo puedo imaginar; supongo que eso me marcó para que en mi cabeza, siempre, existiera un espacio que sólo me pertenece a mí" (Díaz, Carmen Cecilia. "Entrevista a Matilde Pérez", s/p, julio 2006).