Subir

Matilde Pérez

Matilde Pérez comenzó a estudiar pintura a los 18 años con Pedro Reszka, de quien recuerda: "Clase a clase yo le presentaba un cuadro al pastel, prácticamente terminado. Al verlo Reszka tomaba los colores rojos, azules, verdes y rayaba mi trabajo sin piedad. Mi abuela con quien yo vivía se enojaba mucho quejándose que estaba tan bonito y no te dejó nada en su lugar".

Después de un tiempo Reszka le preguntó: "Y usted no llora. Todas las alumnas se ponen a llorar", Matilde contestó: "No porque todavía no sé pintar y después que usted se va, consigo más sutilezas y mejoro". Esa fue la última vez que rayó sus papeles y al poco tiempo la invitó a terminar un cuadro para mandarlo al Salón Nacional". La obra enviada obtuvo una mención honrosa en el salón y le permitió el apoyo incondicional de su familia, que la llevaría a postular a la Academia de Bellas Artes al año siguiente.

En 1939 -y sin contarle a nadie "por si no quedaba"- se presentó a dar examen de admisión en la Facultad de Artes. Una vez adentro siguió los pasos de cualquier estudiante de su tiempo, recibiendo las indicaciones de Pablo Burchard Jorge Caballero, Gustavo Carrasco y Augusto Eguiluz. Recuerda: "Cuando era alumna iba mañana tarde y noche... seis años de corrido, me lo tomé muy en serio. Pero después fui tomando cosas en mis manos. Sabía lo que podía lo que no podía lograr y a dónde quería llegar".

En 1946 se casó con su profesor de dibujo Gustavo Carrasco y dos años más tarde nació Gustavo Carrasco Pérez, hoy arquitecto.

Poco a poco fue tomando su propio camino creativo. "Nunca me sentí muy cómoda con el natural, recuerda, y empecé a ensayar distintas expresiones. Pasaron varios años hasta que el natural desapareció en la geometría; en ese momento me sentí feliz de haber salido de la realidad; lo que me obligó a tomar otro camino" (Díaz, Carmen Cecilia. "Entrevista a Matilde Pérez", s/p, julio 2006).

En 1956 integró el Grupo Rectángulo y profundizó en su geometrización.

Pero no fue hasta 1960, cuando ya como artista consagrada, Matilde inició el giro total hacia lo cinético de donde nunca volvió a salir.