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El boxeo en la literatura chilena

En Los días contados de Fernando Alegría, Tato, el manager de Victorio, habla de tres tipos de boxeadores: los "preliminaristas", que "se tiran a la vida como locos" y "esta los noquea al primer round"; los "semifondistas no son ni buenos ni malos, cuando crees que son unos maletas, te madrugan, pero no ganan"; el "fondista" es elegante como un "tigre, vivo-el-ojo, un zorro, un tiburón, durable, oro puro" (Alegría, Fernando. Los días contados. México: Siglo XXI, 1968, p.10). Los primeros son los que más abundan en la literatura chilena.

Para Poli Délano -autor de la antología de literatura y boxeo Campeones del cuadrilátero- un "encuentro entre dos boxeadores sobre la lona es tal vez la más gráfica imagen de lo que llamamos conflicto, el choque de dos fuerzas" (Campeones del cuadrilátero: antología de cuentos de box. Santiago de Chile: Galinost, 1987, p. 5). En esta antología se incluye a escritores extranjeros como Julio Cortázar, Charles Bukowski, Arthur Conan Doyle, Ernest Hemingway, entre otros. Además, cuentos de algunos autores nacionales: "Atrás sin golpe o la noche que Villablanca ganó el título mundial", de Ramón Díaz Eterovic; "Cupertino", de Enrique Lafourcade; "Tornillito", de Jaime Valdivieso; "Las montañas caminan hacia las ciudades solitarias", de Fernando Jerez; y el cuento de su autoría "Uppercut".

En "Uppercut", Toni López, su protagonista, no acaba bien su vida. Según José Promis, "el encanto brujo de la capital, con sus noches, sus mujeres y sus aventuras secretas Io anclan definitivamente" ("Uppercut". La Unión. Santiago, 7 de septiembre, 1969, p. 8). Para Marino Muñoz Lagos, el argumento del cuento "no es la práctica misma de un deporte que va perdiendo prestigio día a día sino todo ese conglomerado humano que se mueve como entre bambalinas y que es, efectivamente, un apasionante argumento para emplearlo en literatura" ("Por el mundo del box". El Magallanes, Punta Arenas, 8 de agosto, 1993, p. 3).

En El púgil y San Pancracio, Juan Uribe Echeverría relata las peripecias del joven boxeador aficionado Pedro Caucamán, que llega desde María Elena, Región de Antofagasta, a Santiago, ciudad que se deja ver y reconocer tras los pasos del personaje. La novela urde su argumento de ida y vuelta entre el norte, Santiago y el ring; da seguimiento y tratamiento técnico a las peleas de box, sin dejar de lado el plano vivencial de Caucamán.

Para Gonzalo Drago, uno de los mayores méritos de la novela es el tratamiento que Uribe da a personajes como el protagonista o Semillita Gutiérrez, Domínguez, Pablito, Cancino o el Tirante, "nos presenta personajes de carne y hueso que se mueven, actúan y reaccionan con naturalidad, como seres humanos y no como marionetas manejadas por expertas manos profesionales" ("El púgil y San Pancracio". Atenea. Número 414, octubre-diciembre, 1966, p. 269).

Otras novelas que tienen a boxeadores entre sus páginas son: La noche devora al vagabundo (1965) de Pablo García; Mano Bendita (1993), de Enrique Lafourcade y Muriendo por la dulce Patria Mía, de Roberto Castillo.